Universidade, Ciência e Ideologia: a Política do Conhecimento, Simon Schwartzman. Zahar, 166 páginas, Xr$350, 1981.

"La Universidad: Un Verdugo de la Ciencia?", Comentario de Joseph Hodara, preparado para publicación en Interciencia, Caracas.

Para Schwartzman, la trinidad ciencia, universidad y ideología no es fortuita. Una supone y complementa a la otra. En conjunto constituyen una ecología particular del conocimiento que se encuentra en equilibrio inestable. La ciencia se hace presumiblemente en la universidad, y ambas están gobernadas por principios metaempíricos, ideológicos, que no se originan necesariamente ni en una ni en la otra. De aquí que la ideología pueda fertilizar pero también agredir y tumbar al conocimiento. Esta trinidad se torna aún más inestable cuando la política y los políticos arrebatan y monopolizan la palabra, el logos, la revelación.

A causa de estas relaciones conflictivas, la trinidad no es necesariamente santa ni inseparable. Puede pecar y admite la quiebra interna. Al ocurrir el descalabro, un elemento si dirige contra el otro abriendo cauce al ecocidio institucional del saber. La ciencia se escapa (acto que ya anticipaba el Cardenal Neuman en sus clásicos ensayos sobre la universidad escritos hace 130 años) de los centros de educación superior pues éstos suelen generar bacterias anti-intelectuales; por su lado, la ideología cultiva un pertinaz aislamiento creyendo (como la piedra de Espinoza) que posee conciencia y dinámica propias. Los políticos, en su turno, no dejan de aportar a estas fracturas escapistas.

En las primeras páginas, Schwartzman se plantea una pregunta claramente popperiana: cómo distinguir el conocimiento verdadero del falso? (p. 7). Pero de inmediato se desliza hacia la Sociologia y la política de la ciencia, siguiendo guías perceptiblemente weberianas. Las tensiones entre ciencia, universidad y política (p. 9); la república de la ciencia y su ilusoria soberanía (p. 41); los compromisos entre docencia e investigación (p. 59); las funciones de la universidad latinoamericana (p 83) en una época de crisis valorativa y estructural (p. 115); y la miseria crítica de las ideologías del desarrollo (p. 143); estos son los temas que el autor abre con abanico riguroso y limpio.

A Schwartzman le preocupa sobre todo el caso brasilero, pero no deja dudas en el lector que la idea y la práctica de la ciencia y de la universidad - ora aliadas, otra rivales - no le son extrañas. La evolución brasilera es con frecuencia un arquetipo, un pretexto, un punto de partida para exponer generalizaciones que abrazan a la región entera.

El valor de este escrito radica esencialmente en dos atributos: el interés en las experiencias recogidas por los países industriales al adoptar la ciencia moderna y los espacios sociales (interno y externos) que exige; y el transplante de esas experiencias a la configuración latinoamericana.

El autor llega a algunas conclusiones generalmente aceptadas: la transferencia geográfica y ahistórica de la ciencia, de la universidad y del combate de las ideas es impertinente y falaz; la investigación y los círculos académicos desempeñan aquí un papel ignorado o superado por las naciones ricas; las dificultades para modernizar a la universidad latinoamericana representan sólo una parcela de un problema global de transformación; universitarios (estudiantes y catedráticos) a menudo agreden a la ciencia y mantienen el status quo en lugar de alterarlo. Esto último ocurre objetivamente, más allá de la pasión discursiva.

Por otra parte, Schwartzman pone énfasis en aspectos generalmente oscurecidos o descuidados. Como los mitos de la ciencia (p. 13 y p. 27 ss.). La investigación no es una actividad exclusivamente racional; se apoya en fantasías más o menos institucionalizadas. Weber intuyó esta tensión al apuntar el carácter ascético, carismático, sacral de la ciencia. En términos estadísticos podría decirse que la verdad científica puede, a lo sumo y en el mejor de los casos, acercarse asintotéticamente a la realidad; jamás la tocará. Y el científico debe contentarse con este mero conocimiento, con la eterna promesa de precisión.

Tal vez en este embrollo pasional entre verdad y mito pensaba Touraine cuando propuso uncir la Sociologie de la ciencia a la Sociologie de los dioses(1). La distancia es excesiva. Schwartzman capta que ciencia y científicos portan mitos, pero no llega lejos. como si la distancia fuera formidable. No lo es. Lamarck ignoró a Dios porque se trataba de una hipótesis prescindible; pero hoy Dios se mete por la puerta trasera del bastión supuestamente racional de la ciencia. Las hadas regresan.

El autor lamenta que la ciencia sea, en América Latina, una fuente de credenciales, de reclutamiento político, de mediocridades solidarias. Hay que equilibrar el cuadro: no solo en América Latina. También en otras latitudes el saber acumulado y producido en las universidades y en centros de investigación revela esas características Pero no sólo esas características ni el relieve anti-creativo de la universidad señala a la dialéctica del subdesarrollo y, en particular, a la "acumulación causal circular y negativa" que, en términos de Myrdal, gesta trampas de bajo equilibro y secuencias autodestructivas. Entre paréntesis cabe notar que este juicio del economista Myrdal guarda afinidad, en la Sociologie de la ciencia, con el "principio de Mateo"propuesto por Merton.(2)

En todo caso, la ciencia latinoamericana no arranca debido a un infeliz encadenamiento de circunstancias: falta de masa crítica y de instrumentos; la suspicacia inquisitiva e inquisitorial de los políticos; la competencia desleal entre especialistas; y el ambiente anti-intelectual de la universidad. Ni el nacionalismo como "sustituto funcional"(p. 83) ni el aporte científico de estranjeros valiosos (p. 86) pueden romper este encadenamiento. Como si una ideologia de la miseria científica nos estuviera alucinando.

Schwartzman tiene aciertos analíticos de puntería sorprendente. La ayuda su perspicaz conocimiento de los temas que expone. Sin embargo, aún cabe esperar que este analista indique con mayor claridad cuáles son los puntos de fricción entre ciencia y universidad, entre investigadores y políticos, entre inovación y subdesarrollo.

Steger trató de hacer una fragmentaria contribución al respecto(3) al realzar la importancia de los "intérpretes epistemológicos", de los filtros ilustres, entre la verdad científica (a pesar de sus mitos) y la teologia política (a pesar de sus aciertos). Schwartzman podría aprovechar este planteamiento.

Por otra parte, el observador de la evolución de la ciencia y de su ecologia institucional en América Latina no puede evitar sentimientos de inquetud al leer esta obra. Si Brasil no ha podido vencer barreras fundamentales que entorpecen la acumulación científica a pesar de los informes optimistas de un Figueiredo, de un Politzer y de la OEA, que pueden esperar los países menos dotados?

Sin duda, tanto una reconceptuación de la ciencia latinoamericana como una división más solidaria del trabajo y de los parques cientificos tienen hoy, en la región, urgencia y importancia compulsivas.


Notas

1. A. Touraine, "Science, Intellectuals and Politics,", en R. Dahrendorf y otros, Scientific Technological Revolution, Sage, ISA, 1977.

2. El "principio de Mateo"fue propuesto por Merton en su Sociology of Science, Chicago University Press, 1973. 3. R. Steger, "Aspectos socioeconómicos de las perspectivas profesionales en el futuro", Deslinde 116, UNAM. México, agosto de 1979. <