América Latina: Universidades en Transición

Simon Schwartzman
Washington, Organización de los Estados Americanos, Colección INTERAMER, nº 6, 1996

ANEXO I - LA EDUCACIÓN PRIVADA EN BRASIL (Eunice Durham y Helena Sampaio)



Introducción

El crecimiento de la educación superior privada es un fenómeno mundial que ha afectado de modo singular a los países en desarrollo. En América Latina, Brasil es un país en el cual esta tendencia se manifestó prematuramente y hoy cerca de dos tercios de todas las matrículas de la educación superior pertenecen al sector de escuelas particulares.

Daniel Levy, en un trabajo pionero,1 muestra que en la mayoría de los países de América Latina el sector privado tuvo origen en escuelas y universidades católicas. Hay que observar, sin embargo, que las instituciones católicas se establecieron antes que nada como un sector semi-público más que como un sector estrictamente privado, dependiendo, en mayor o menor grado de financiamiento estatal.2 La política de la Iglesia en relación a la educación superior fue siempre la de revindicar para sí un status especial, ya sea como responsable por la enseñanza en nombre del Estado, como ocurría en el pasado, o bien, como proveedora de un sector alternativo de educación religiosa, financiado bajo los mismos moldes de la educación pública. Esta concepción logró implantarse en muchos países. Bélgica y Holanda son casos clásicos en Europa, así como Chile y Colombia lo son en América Latina. La educación privada propiamente tal, que se expandió enormemente en las últimas décadas, tiene otro carácter: es laica y una buena parte de ella se organiza como empresa que, explícitamente o de forma disfrazada, tiene como objetivo el lucro --se trata, por lo tanto, de un negocio. Para comprender como esta situación se manifiesta actualmente en el caso brasileño, es necesaria una pequeña introducción histórica.

Historia de la enseñanza privada en Brasil

Al contrario de lo que ocurrió en América Hispánica, Brasil no tuvo universidades ni otras instituciones de educación superior durante todo el período colonial, debido a que la Corona portuguesa monopolizaba la formación de nivel superior en la Metrópolis. Más aún, la iniciativa de los jesuitas de establecer un seminario mayor que pudiese otorgar diplomas de teología, fue destruida junto con una buena parte de la poca educación organizada que hasta entonces existía en la colonia. Esto ocurrió con la expulsión de la Orden de Jesús, efectuada por el Marqués de Pombal a fines del siglo XVIII. La historia de la educación superior en el país se inicia sólo a comienzos del siglo XIX, cuando la Corte portuguesa, amenazada por la invasión napoleónica en 1808, se traslada desde la Metrópolis para Brasil.3

El inicio del siglo XIX fue testigo de la tendencia, en los países católicos en América Latina, de reemplazar las antiguas universidades de la contra-reforma por un nuevo sistema de educación superior estatal y laico, que acompañó al establecimiento de los gobiernos republicanos en los nuevos países independientes. En Brasil, la historia siguió un rumbo diferente. Con la presencia de la corte portuguesa, la independencia se dio preservando la monarquía y la propia dinastía de real Bragança hasta fines del siglo, en un desarrollo fundamentalmente diferente de aquel que caracterizó al resto de los países del continente. En el área educacional, el proceso también fue diferente. Aún cuando se haya instituido un sistema secular (siguiendo la tradición que ya existía en Portugal desde el siglo anterior), no se crearon universidades y sí escuelas profesionalizantes autónomas, directamente subordinadas a la Corona para la formación de profesiones liberales, siguiendo, consecuentemente, el modelo napoleónico. Otra influencia del modelo de formación profesional en Brasil fue el pragmatismo que había orientado el proyecto de modernización en Portugal a fines del siglo XVIII, cuya expresión más significativa en el campo educacional fue la reforma de la Universidade de Coimbra. Lo que acabó predominando en Brasil, así como en Francia y en otros tantos lugares, fue la orientación para la formación para profesiones liberales en escuelas autónomas.

Durante el siglo XIX, la Corona mantuvo el monopolio de la educación superior y no permitió que ésta se expandiese de forma significativa. Hasta 1900 no habían más de 24 de esas escuelas de formación profesional.4 La vinculación entre el Estado y la Iglesia, por otro lado, colocaba esta en posición subalterna, y no le abría espacio en la educación superior. La diseminación de las ideas positivistas, al valorizar el conocimiento técnico y la educación, contribuyó para abrir el sistema a otras iniciativas que no las del gobierno central. Aún cuando la orientación laica fuese valorizada, el quiebre del monopolio de la corona en la creación de instituciones de educación superior abrió espacio también para las iniciativas religiosas.

Con la institución de la República en 1889 y como resultado de esas nuevas concepciones, la nueva Constitución descentralizó la educación superior y permitió la creación de instituciones privadas. Entre 1889 y 1918, 56 nuevas escuelas de educación superior, en su mayoría privadas, fueron creadas en el país.5 Teníamos, de un lado, las instituciones católicas, empeñadas en ofrecer una alternativa a la enseñanza laica y, de otro, iniciativas de élites locales que buscaban proveer a sus estados de establecimientos de educación superior. Algunas de ellas contaron con el apoyo estatal, otras fueron únicas de sectores privados. Finalmente, surgieron iniciativas del propio gobierno federal.

Viene de esa época, por lo tanto, la diversificación del sistema que marca hasta hoy la educación superior brasileña: instituciones públicas y laicas, federales o estatales, al lado de instituciones privadas, religiosas o seculares que derivan de iniciativas de la comunidad local. La educación pública es prácticamente gratuita y los demás establecimientos son mantenidos con el pago de mensualidades por los estudiantes. En ese período, todavía eran escasas las instituciones privadas de educación organizadas como empresas lucrativas, que sólo vinieron a predominar en un período más reciente.

Durante la primera República siguió prevaleciendo el modelo de las escuelas autónomas para la formación de profesionales liberales. Las tentativas de creación de universidades fueron raras y ninguna de ellas se consolidó.6 Al final de ese período, la situación mudó sustancialmente. La década del 20 presenció un gran movimiento de modernización del país. Junto a las transformaciones económicas que ocurrieron al inicio de la industrialización, hubo una verdadera renovación cultural que encontró su expresión más visible en la Semana del Arte Moderno de 1922. Este movimiento cultural se dio también en la educación donde una pléyade de educadores propuso y en parte realizó profundas reformas en todos los niveles de educación. El movimiento de la Escola Nova fue uno de los más expresivos de esa época. Aún cuando no se constituyera como un proyecto totalmente definido, según observa Schwartzman, el movimiento "estruturavase ao redor de alguns grandes temas e de alguns nomes destacados. A escola pública, universal y gratuita ficaria sua grande bandeira".7 Entre los nombres que se destacan de este movimiento están Anísio Teixeira, Fernando Azevedo y Manuel Lourenço Filho. Fue este mismo grupo el que propuso la modernización de la educación superior, defendiendo la creación de universidades que no fueran meras instituciones de educación sino que "centros de saber desinteresado".

La reforma educacional de Francisco Campos, Ministro de la Educación de Vargas, que reorganizó todo el sistema, aconteció de hecho, en esa época (1931), que marca el fin de la Primera República y el inicio del Estado Novo. Esta reforma llegó a todos los niveles de la educación y definió, por primera vez, el formato legal al cual deberían regirse las universidades que fueran organizadas en Brasil. En esta legislación quedó reconocida la libertad de la iniciativa privada para la creación de establecimientos propios bajo la supervisión gubernamental. Los decretos de número 42/83, 2.076/40 y 3.617/31 de la reforma, establecían que la creación y la manutención de cursos de nivel superior "era libre y los poderes públicos, personas naturales y jurídicas de derecho privado podrían administrarlos, desde que fueran autorizados por el gobierno federal".8 La reforma incluía la reglamentación de toda la educación superior, tanto pública como privada, por el gobierno central. Además de esto, la legislación entraba en detalles y especificaba asuntos como pagos de tasas y mensualidades por los estudiantes. Fue, por lo tanto, un claro refuerzo de la tendencia centralista, aun sin que el sector privado fuera eliminado.

Este período fue marcado por una intensa disputa entre las élites católicas y laicas por la hegemonía de la educación, y de forma especial de la educación superior. Esta disputa transcurrió bajo un contexto político más amplio, en el que Francisco Campos actuó en calidad de artífice de la aproximación política entre Getúlio Vargas y la Iglesia Católica. Fue en el área de la educación que el pacto entre la Iglesia y el Estado se mostró de forma más clara,9 interrumpiendo el período de la estricta separación entre Estado e Iglesia que había sido implantado con la República. A cambio de una ideología que diese apoyo y contenido moral al nuevo régimen, Francisco Campos, en la posición de Ministro de la Educación, ofrecía a la Iglesia la introducción de la educación religiosa facultativa en la educación primaria y secundaria de las escuelas públicas de todo el país, lo que de hecho ocurrió mediante el decreto de abril de 1931. Las ambiciones de la Iglesia iban más lejos, sin embargo, y los católicos se sentían amenazados frente a la presencia de otros grupos en una área tan estratégica como la educación. Se oponían, particularmente, a lo que percibían como tendencias estatizantes y laicas en Anísio Teixeira (influenciado por la pedagogía pragmática norteamericana) y Fernando Azevedo (influenciado por la sociología francesa), que en esa época ocupaban posiciones de responsabilidad en Río de Janeiro y São Paulo.

La historia de la creación de la Universidad de Brasil revela con claridad la intención del entonces Ministro de la Educación, Gustavo Capanema, de acomodar los diferentes actores en escena. La universidad que sería establecida por el gobierno central en Río de Janeiro debería quedar bajo control y supervisión estricto de la Iglesia, mientras que la Universidad del Distrito Federal, bajo la dirección de Anísio Teixeira y protección del gobierno local, pretendía ser un centro de pensamiento libertario y laico. La ambigüedad que por ventura existiese en el gobierno Vargas entre sus facciones de derecha e izquierda desapareció en 1935 con la represión a una rebelión comunista en algunos cuarteles y poco después la Universidad del Distrito Federal fue cerrada. Por otro lado, la Faculdade de Filosofia y Letras de la Universidade do Brasil, creada en 1939, fue constituida bajo fuerte influencia católica, pero no al punto de satisfacer las aspiraciones de la Iglesia, que buscaba una universidad bajo su estricto control. Derrotada en sus pretensiones de control de la educación pública, la Iglesia Católica tomó la iniciativa de crear establecimientos católicos privados. La primera Universidad Católica, la de Río de Janeiro, fue creada cinco años después, en 1944. Se consolidó de esta forma en Brasil, en aquella época, un sistema dual, en el cual coexisten instituciones públicas y privadas, laicas y religiosas. Si el inicio de lo que llamamos primer período moderno (1931-1945) fue marcado por la lucha entre élites católicas y laicas, el período siguiente, que se inicia con la caída de Vargas y se extiende hasta la década del 60 inclusive, presenció otras luchas, cuyo actor principal ya no era la élite intelectual, sino el movimiento estudiantil. Una de las características fundamentales de ese movimiento residió en la defensa del sistema público, inclusive con la reivindicación de la eliminación, por absorción pública, de todo el sector privado. Además, las militancias estudiantiles de ese período siempre defendieron el modelo de universidad, en oposición a las escuelas aisladas autónomas.

Este tipo de reivindicación marcó todo el debate que se trabó durante la década del cincuenta en torno de la elaboración de la Ley de Directrices y Bases de la Educación Nacional (aprobada por el Congreso en 1961) y fue uno de los focos principales de la intensa agitación estudiantil de la década del sesenta.10 Liderada por el líder conservador Carlos Lacerda, la Ley de Directrices y Bases consolidó la presencia del sector privado en la educación brasileña, y sobretodo en el nivel superior. Toda la educación pasó a ser atribución del Consejo Federal de Educación, la deliberación de asuntos tales como la creación, expansión y funcionamiento de instituciones de educación superior. Al Ministerio de Educación, sometido ahora al Consejo, restaba homologar las decisiones de este órgano que de acuerdo a la recomendación de la propia Ley, debería ser constituido mediante representación adecuada tanto de la educación pública como de la privada. Desde entonces el Consejo Federal de Educación se tornó la arena privilegiada para el lobby de los intereses del sector privado de educación superior.11

Durante el período autoritario, a partir de 1964, ocurrió la desintegración del movimiento estudiantil. Decreto-ley del entonces Presidente Castelo Branco de 1967 prohibió

a los órganos de representación estudiantil cualquier acción, manifestación o propaganda de carácter político partidario, racial y religioso, así como incitar, promover o apoyar ausencias colectivas a los trabajos escolares.12

Las universidades públicas eran vistas, por parte del régimen militar, como focos de subversión y eran mantenidas bajo constante vigilancia. La lucha entre el movimiento estudiantil y el gobierno militar llegó a su auge en 1968, en la base de las grandes manifestaciones estudiantiles de esa época y terminó con la destrucción del movimiento con la represión. Sin embargo, al contrario de otros países de América Latina, como Argentina y Chile, donde los regímenes autoritarios provocaron una drástica caída de las matrículas y, consecuentemente, una contracción de sus sistemas universitarios, en Brasil, la represión política no interrumpió el crecimiento de la educación superior tanto pública como privada. Esta última, especialmente, se amplió de forma extraordinaria entre 1965 y 1975.

La redemocratización no promovió el resurgimiento del movimiento estudiantil y sí el movimiento de docentes universitarios. Surgido en la década del ochenta como parte de la resistencia al régimen militar, vino a incorporar la misma reivindicación: la educación gratuita y el modelo de universidad que asocia educación e investigación. Este modelo, en realidad, orientó, al menos formalmente, la política de inversiones públicas, la cual se dirigió en el sentido de crear nuevas universidades o fundir establecimientos aislados en instituciones universitarias. En estas, las actividades de investigación constituyeron, si no una realidad, por lo menos un objetivo formal. Mientras tanto, con raras excepciones, el sector privado continuó orientado básicamente para la educación atendiendo a una demanda de mercado que se dirigía exclusivamente en esa dirección13 y que se expandió de forma extraordinaria.

Una de las acusaciones básicas dirigidas al gobierno militar fue exactamente la de que éste había promovido, en la década del setenta, la expansión del sector privado en desmedro del sector público. Aunque la expansión del sector privado haya sido más intensa durante esta década, precisamente entre los años 67 y 80, período que coincide con el régimen militar en el país,el crecimiento del sector público es también particularmente elevado en ese período. Inclusive, los datos disponibles contradicen la imagen común de que la educación superior privada fue insignificante hasta los inicios del régimen militar y creció sólo a partir de la década del setenta. Un análisis de las estadísticas disponibles revela un proceso bastante diferente de aquel que es presentado en el debate ideológico.

Lo público y lo privado

Las matrículas

Los datos del Ministerio de Educación para la educación superior, disponibles a partir de 1933, indican una sorprendente importancia del sector privado desde el inicio del período documentado. De esta forma, ya en los años 30, cuando fue creada la primera universidad brasileña, el sector privado respondía por cerca del 60% de los establecimientos de educación superior y por 43.7% de las matrículas, porcentaje que se mantiene estable hasta 1965, cuando alcanza 43.8%.

Es posible identificar dos períodos claramente distintos, el que va desde 1933 a 1965, y el de 1965 hasta el presente. No tomando en cuenta los años que revelan variaciones bruscas y atípicas, que parecen resultar de accidentes estadísticos, se verifica que, a pesar del gran crecimiento en el número total de matrículas, existe una enorme estabilidad en la participación relativa del sector privado en el primer período y a fines del segundo. Existen en realidad, dos períodos en la participación relativa del sector privado, intercalados por otro de enorme crecimiento.

De hecho, a partir de 1965 hay una mudanza de nivel. Si en 1969, el sector privado absorbía 46.0% de las matrículas totales del país, en 1979 éste pasa a absorber 62.3%, confirmando, parcialmente, la visión prevaleciente de la existencia de privilegios al sector privado por parte del régimen militar. Decimos parcialmente, porque en números absolutos se verifica un sustancial crecimiento del sector público y no apenas del sector privado. La matrícula en el sector público aumentó, en ese período, de 185.060 a 490.078, un incremento de 260%. No hubo, entonces, privatización de la educación, mas una expansión más rápida del sector privado que creció, en ese mismo período, 512%. Era una expansión que ya se anunciaba, si consideramos que entre 1940-1960 el número de matrículas del sector privado pasó de 27.671 a 93.202, o sea, más que se triplicó.

En realidad, todo el sistema de educación superior en Brasil en el período de posguerra estaba expandiéndose, aunque de forma lenta y sin una política explícita de incentivos. Se trataba de un ajuste ante una demanda creciente de los sectores medios, producto del proceso de desarrollo urbano-industrial. Fue en esa época, que la red de universidades federales se desenvolvió, que fue creada la Pontifícia Universidade Católica de Río de Janeiro, la primera de una serie de universidades católicas. Se expandió también el sistema estatal paulista, surgiendo otras instituciones menores, estatales y municipales, en otras regiones del país.

A fines de la década del 60, la expansión del sistema de educación superior ya había adquirido nuevas características. En cerca de veinte años, el número de matrículas en la educación superior pasó de 83.902 (1960) a 1.345.000 (1980), siendo los años de 1968, 1970 y 1971 los que presentaron mayores tasas de crecimiento. En parte, este crecimiento respondió a las necesidades profesionales y técnicas de una economía que se desarrollaba y modernizaba, y que necesitaba de más cuadros calificados. Mas esta necesidad de aumento de calificación técnica y profesional es responsable apenas por el desarrollo de algunos sectores muy limitados del conjunto de la educación superior: en algunas carreras, en las universidades públicas y en unas pocas universidades particulares, que incorporaron los formatos organizacionales y el énfasis en la investigación preconizados por la reforma universitaria de 1968, la cual consagró, en el papel, el principio de la indisolubilidad de la educación, investigación y de la extensión.15 La inmensa mayoría de las instituciones particulares respondió de la forma más económica posible al gran aumento de la demanda por educación acontecida en aquellos años, a través de cursos en las áreas sociales y en las profesiones vinculadas a las actividades comerciales o al servicio público, como administración, contabilidad y derecho. A partir de 1979, la participación de las matrículas privadas tendió a estabilizarse nuevamente, ahora en un nivel más elevado, con una ligera tendencia declinante --de 64.7% en 1979 pasó a 62.8% en 1991.

Las instituciones

Cuando se comparan datos referentes al número de matrículas y de establecimientos, se verifica que la participación del sector privado en el sistema en términos de número de establecimientos siempre fue mucho mayor que en términos de números de matrículas. En 1933, por ejemplo, el sector privado era responsable por 43.7% de las matrículas y 60.4% del número de establecimientos. Esto se debe a que existía en el sector privado un predominio casi total de pequeñas escuelas aisladas, mientras que el crecimiento poco significativo del número de instituciones públicas, unido al aumento de las matrículas, es indicio de la tendencia de este sector a la creación de establecimientos mayores.

A decir verdad, desde la década del 30, el sector público se orientó en el sentido de aglutinar escuelas aisladas en universidades, favoreciendo así los establecimientos de gran porte que contemplaban el número más amplio posible de diferentes áreas de conocimiento y de formación profesional.16 El aumento de la matrícula es concomitante a este proceso.17En el sector privado, esta tendencia es mucho más reciente. Su enorme expansión en las décadas del 60 y 70 se dio mediante la multiplicación de instituciones de pequeño porte, siendo muchas de ellas resultado de la transformación de antiguas escuelas secundarias. Sólo en la década del 80 hubo una caída relativa en el número de establecimientos privados mientras que el número de matrículas se mantuvo estable. Estos números reflejan un proceso de aglutinación de las instituciones privadas, en un primer momento como federaciones de escuelas, y más tarde como universidades propiamente dichas.El aumento del tamaño de las instituciones particulares es, por tanto, posterior al de las públicas y se da tanto por la aglutinación de escuelas, como por la expansión de nuevas áreas por parte de instituciones que inicialmente ofrecían apenas unos pocos cursos. Este movimiento es claramente discernible en el aumento, a partir de la segunda mitad de la década del 70, de una nueva forma institucional --las federaciones de escuelas. Aún cuando las federaciones no posean status de universidad, éstas tienden a competir con las primeras en términos de número de alumnos.El movimiento para la creación de universidades privadas en sustitución de las escuelas aisladas y de la federación de escuelas es mucho más reciente y se aceleró enormemente a partir de 1988, año de la nueva Constitución.Tradicionalmente, y en especial en función de la Ley de Directrices y Bases de la Educación Nacional, de 1961, el Consejo Federal de Educación ejerció un fuerte control burocrático sobre la expansión y la organización del sector privado. Tanto la creación de nuevas instituciones de educación superior privada como el establecimiento de nuevos cursos e inclusive, el aumento de las matrículas dependían de la aprobación previa del Consejo.Al establecer la autonomía didáctica, administrativa y financiera para todas las universidades, tanto públicas como particulares, la Constitución creó un instrumento que permitía al sector privado escapar de los controles del Consejo, transformándose en universidades. Desde esa época, efectivamente, el Consejo fue inundado con pedidos para la transformación de federación de escuelas en universidades. Uno de los criterios básicos para la ascensión al status de universidad residía en la universalidad de campo de conocimiento, esto implicó en una ampliación todavía mayor del tamaño de los establecimientos. Paralelamente a la reunión de los de prerequisitos burocráticos, se produjo una enorme presión política en el sentido de facilitar esta transformación, lo que acabó provocando, en 1994, la propia extinción del Consejo en virtud de sospechas de corrupción generalizada.

Educación e investigación

La dinámica de la relación entre la educación pública y la educación privada en Brasil responde, desde la década del 30, a un proyecto de modernización elaborado por una élite intelectual laica, la cual, al defender el ideal de universidad en oposición al sistema anterior de instituciones aisladas, propone la institucionalización de la investigación en el interior del sistema.18 Esta propuesta se volvió ideológicamente dominante y se asoció a una defensa inflexible de la universidad pública como una única forma posible de realización de este ideal. El problema de la indisolubilidad entre enseñanza e investigación, que caracteriza el discurso de los defensores del papel del Estado en la oferta de educación superior, expresa, en el debate público, esa posición.De modo general, cuando se analiza la evolución del sistema, se comprueba que, de hecho, el sector público se orientó en la dirección de realizar el modelo dominante, creando universidades de carácter de mediano y gran porte, multidisciplinares, las cuales, al menos formalmente, implementaron la investigación como parte de sus atribuciones institucionales.

Efectivamente, hasta 1985 se constata que es en el sector público que se concentran las universidades mientras que el predominio de instituciones menores, no universitarias, en el sector privado está asociada a una preocupación casi exclusiva con el atendimiento de la demanda por educación. Las pocas excepciones se limitan prácticamente a algunas universidades católicas, que se proponen como una alternativa religiosa a las universidades públicas.

Aún cuando el desarrollo de la investigación en sector público --tan defendido en el plano ideológico-- se haya realizado en la práctica de forma muy parcial, concentrándose en unas pocas instituciones federales y estatales,19 la alta concentración de los cursos de postgrado en este sector indica claramente que la valorización de la investigación lo distingue del sector privado, el cual es canalizado preferentemente para los cursos de pregrado.Esta misma diferencia se manifiesta cuando se compara la titulación del cuerpo docente en las instituciones privadas y públicas. Son las últimas que concentran la mayoría de las maestrías y casi la totalidad de los doctorados.Cuando se analiza el conjunto de los datos se verifica que, al contrario de lo que ocurrió en otros países latinoamericanos, la opción del sector público brasileño para la creación de grandes universidades que uniesen la enseñanza a la investigación implicó en un aumento progresivo del costo absoluto y relativo de la educación pública, limitando su expansión y abriendo, al sector privado, la oportunidad de atender a la demanda masiva que el Estado no conseguía absorber.Esta situación, sin embargo, tiende a transformarse rápidamente. En primer lugar, porque la presión por la creación de universidades particulares viene provocando una reacción en el sector público en el sentido de establecer, como criterio para el reconocimiento del status de universidad, la existencia de alguna producción científica y de cursos de postgrado. El sector privado, a su vez, parece estar moviéndose en el sentido de atender a esta exigencia, mediante, inicialmente, la multiplicación de cursos de especialización. Aunque esos cursos no obedezcan a la sistemática establecida para las maestrías y doctorados, pertenecen formalmente al nivel de postgrado.En segundo lugar, la Constitución estableció también el derecho a la jubilación muy precoz, con salario integral para todos los docentes de las instituciones públicas, inclusive las de nivel superior. En efecto, la jubilación es permitida para mujeres después de los 25 años de ejercicio de magisterio y 30 para los hombres. Con eso las universidades públicas están liberando un gran número de doctores y maestros, que encuentran oportunidades adicionales de remuneración acumulando la jubilación en el sector público con empleo en el sector privado. Otro factor que está contribuyendo para aumentar la calificación del cuerpo docente de las instituciones privadas, principalmente de aquellas situadas en los centros de concentración de cursos de postgrado, es la incapacidad de las instituciones públicas de absorber el contingente de maestros y doctores formados por ellas mismas. Ese cuadro indica el inicio de un movimiento de aumento de calificación de los docentes del sector privado. Este movimiento, alimentado por el sector público de educación superior, acaba contribuyendo para que el sector privado cumpla satisfactoriamente los nuevos requisitos para la transformación de las instituciones existentes en universidades.La heterogeneidad interna del sector privadoBajo la denominación genérica de "sector privado", se ocultan importantes diferencias que las estadísticas no registran. La primera tiene que ver con la oposición entre instituciones religiosas y laicas. Es necesario una investigación específica para el acompañamiento de los dos sectores; sin embargo, el análisis calitativo lleva a creer que, hasta el período del inicio de la gran expansión de las matrículas, o sea, a fines de la década del 60, la educación religiosa no sólo tenía un peso mayor dentro del conjunto del sector privado de lo que hoy posee, como también estaba prácticamente restringida a la Iglesia Católica. El período de expansión de las matrículas marca un ímpetu mucho más agresivo de iniciativas laicas de cuño empresarial que pasan a dominar el sector. Además, ocurre en el período más reciente la creación de númerosas instituciones religiosas no católicas, especialmente metodistas y luteranas.Otra distinción, que se sobrepone a ésta, es la que existe entre las instituciones empresariales y las llamadas comunitarias. El sector comunitario incluye instituciones sin fines de lucro --a pesar que los alumnos también pagan mensualidades-- con vocación de prestación de servicios educacionales a la comunidad. Algunas de ellas son clasificadas como filantrópicas, beneficiándose de exenciones fiscales importantes. Las instituciones comunitarias comprenden a la mayoría de las religiosas, pero también incluyen otro grupo significativo, restricto a la región Sur del país. Se trata, en este caso, de iniciativas municipales que, si no se caracterizan oficialmente como públicas, también no son gratuitas. La ideología que cerca las instituciones comunitarias es aquella que corresponde a una alternativa no estatal a la educación pública, ofreciendo una educación de mejor calidad y a un costo menor que las demás instituciones del sector privado. De hecho, algunos establecimientos comunitarios corresponden a esa definición y una minoría compite, en términos de calidad, con las universidades públicas. La profundización de este asunto debe, sin embargo, aguardar el término de investigaciones aún en marcha.La distribución regional del sector privadoSi la distribución de las matrículas de la educación superior muestra una gran desigualdad regional, se verifica fácilmente que esta desigualdad se debe a la concentración de instituciones particulares en los estados económicamente más desarrollados, más que al abandono del sector público en las regiones más pobres. La educación superior pública, efectivamente, está distribuida de forma más equitativa que la educación privada.Un análisis más detallado de esta distribución debe ser hecho con atención, dado que las estadísticas oficiales presentan grandes fallas. Así, el período que va desde 1950 a 1965 no está completo e inferencias deben ser realizadas a partir de las tendencias del período anterior (1933-1945) y del período posterior (1970-1990). Además, hay bruscas variaciones en los datos que pueden provenir, tanto de deficiencias en la recopilación de los datos como, en el caso de regiones con un número muy reducido de instituciones de educación superior, de la creación de un único establecimiento público o privado.A pesar de esto, es posible detectar tendencias importantes haciendo el análisis en dos direcciones. La primera es interna al sector privado, e investiga la evolución de la distribución relativa de las matrículas del sector por región. Como era previsible, verificamos que las matrículas del sector privado se concentran en las regiones de mayor poder adquisitivo y acompañan, en el tiempo, al crecimiento económico.La segunda línea de investigación es comparativa. Se trata de saber, en cada región, el peso relativo del sector privado y del sector público. Analizaremos, en primer lugar, la distribución de las matrículas del sector privado en el país como un todo.En la región Norte, la educación privada era predominante hasta 1945, pero desapareció después, con la absorción de las instituciones locales por el gobierno federal. A partir de la década del 70 el sector privado surge nuevamente pero con menos del 30% de las matrículas, el porcentaje más bajo del país. En términos nacionales, el número de estudiantes de nivel superior se reduce proporcionalmente a través del tiempo. El padrón de la región Nordeste es similar, y los dos contrastan con la región Sudeste, la más rica del país, adonde la expansión del sector privado llega a sus niveles más altos. La región Sur, que tenía el nivel más alto de educación superior privada antes de los años 50, recupera en los años más recientes sus niveles anteriores. De una manera general, hay una relación fuerte y positiva entre el desarrollo económico de una región y el tamaño relativo de su sector privado:La excepción es la región Centro-Oeste. En este caso, el enorme peso del sector privado se explica, en parte, por la incorporación del Distrito Federal en la región, el cual, en virtud de su importancia nacional y de la elevada concentración de las burocracias federales, tendió a tornarse un gran polo educacional, presentando una situación semejante a la de la región Sudeste.

Tendencias recientes del sector privado

Según Geiger,20 la educación superior privada en Brasil se encuadraría dentro de lo que el define como mass private sectors, que cumplen esencialmente el papel de acomodar el grueso de la demanda popular por educación superior. Los mass private sectors complementan los sectores públicos que son relativamente pequeños, más selectivos y fuertemente dirigidos hacia las carreras de élite. El autor analiza dos sistemas, el de Japón y el de las Filipinas, ambos bastante extensos. El sector privado en Japón responde por 78% de las matrículas y el de las Filipinas abarca 85%. Aún cuando no lo analice, Geiger incluye en este tipo al sector privado brasileño, que absorbe dos tercios del total de las matrículas de la educación superior.

La dimensión del sector privado de educación superior en un país no es suficiente para transformarlo en un mass private sector. Bélgica, por ejemplo, a pesar de la extensión de su sector privado de educación superior --la misma que la del sector público-- no se le puede considerar, según Geiger, como un mass private sector.21 Una de las características principales de los mass private sectors es su capacidad de expandirse rápidamente, movilizando recursos privados, con el propósito de absorber la demanda. Recuperando la historia de la educación superior privada en Brasil, vemos que esa dinámica expansionista surgió sólo en la década del 70, mucho más tarde que en los países desarrollados. Aunque tradicionalmente presente y con una participación en las matrículas totales de educación superior nada despreciable, por más de medio siglo la educación privada brasileña tuvo una dinámica propia. Las instituciones religiosas creadas en los años 40 resultaron de una disputa entre élites laicas y religiosas por el control de la educación pública, no tratándose, por lo tanto, de una expansión en vistas a la demanda --principalmente porque ésta era pequeña-- sino como una alternativa de educación para las propias élites.

La segunda característica del sector de masas es que éste, en su velocidad de atender al mercado, pierde en calidad. Más que ofrecer una educación de calidad, el objetivo es atender, en gran escala y de forma rentable, a la creciente demanda por certificados de tercer grado. Ese elevado dinamismo del sector privado para adaptarse a la demanda es, sin lugar a dudas, su principal característica. Sin embargo, frente al estancamiento de la demanda verificada a partir de los años 80, el sector privado fue obligado a revisar sus estrategias de crecimiento, o por lo menos de sobrevivencia. La política expansionista trae ahora nuevos ingredientes: existe un visible proceso de concentración, a través de la creación de universidades, mediante la integración de escuelas aisladas privadas ya en funcionamiento y preferentemente en regiones con potencial de desarrollo urbano-industrial.

La concentración que existe hoy en día en el sector privado es semejante a la que ocurrió en el pasado con el sector público. Durante los años 70, en el Estado de São Paulo, muchas instituciones aisladas localizadas en sectores rurales fueron integradas a la Universidade Estadual Paulista, UNESP. Un proceso semejante ocurrió en los años 30 con la creación de la Universidade de São Paulo, y en década del 40, en el ámbito nacional, con la incorporación de muchas instituciones chicas --públicas estatales, federales aisladas y también escuelas privadas-- en las nuevas universidades federales. La reciente baja en el número de establecimientos privados está asociada a un proceso similar. En los últimos diez años, el Consejo Federal de Educación aprobó la transformación de 18 facultades particulares en universidades sólo en el Estado de São Paulo. Se prevee que esta expansión del sistema universitario, a razón de dos instituciones por año, se puede acelerar todavía más. En 1993, 97 instituciones de educación superior de todos los estados pleiteaban, ante el Consejo, el status de universidad, siendo que 47 de ellas estaban localizadas en São Paulo.22Otra tendencia importante reciente, que acompaña la expansión de la educación superior tanto pública como privada, es la interiorización de los establecimientos de educación.El sistema de educación superior, hasta los inicios de la década del 60, estaba prácticamente restricto a las capitales de los estados. La expansión de las matrículas es acompañada de un proceso de descentralización. Instituciones nuevas comienzan a ser fundadas en ciudades de tamaño medio. Esta tendencia acompaña las modificaciones demográficas y económicas que en las dos últimas décadas propiciaron un gran desarrollo en las ciudades de mediano porte situadas en el interior de los estados, algunas de las cuales, inclusive, se transforman en metrópolis.

El crecimiento económico y de la urbanización tiende a ser acompañado por un aumento de la demanda por educación superior. El Estado de São Paulo es el ejemplo más completo de ese proceso de interiorización y por esta razón, incluimos, como anexo, el resultado de recientes investigaciones realizadas en este estado, las cuales parecen indicar una tendencia general que ocurrió en todas las regiones. Los estados de Minas Gerais, Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul y de Paraíba ejemplifican también esta tendencia en diferentes versiones. En Minas Gerais, la interiorización se da mediante la expansión de instituciones públicas federales. En Paraíba, acontece una ampliación de la educación pública estatal, la cual absorbe instituciones comunitarias. En Santa Catarina y en Paraná, predominan las instituciones particulares comunitarias. Finalmente, en São Paulo, hay un reciente y notable crecimiento, en el interior, de instituciones privadas no religiosas y no comunitarias.

Esas nuevas tendencias --la desconcentración regional y la adopción del formato universitario o de federación de escuelas-- comenzaron a tornarse más explícitas a fines de los años 80. Más recientemente otras dos nuevas preocupaciones se manifestaron en el interior del sector privado, o por lo menos en algunos de sus sectores más dinámicos. La primera es una política más sistemática para atraer la clientela; la segunda, la discusión sobre la calidad de sus servicios. Ambas preocupaciones parecen inaugurar una tercera fase del sector privado en Brasil que, a ejemplo de otros países --principalmente Japón-- traduce antes una política de diferenciación del propio sector, que una política de carácter expansionista tout court. Esta nueva orientación surge dentro del contexto de una crisis más general --de financiamiento, de calidad, de clientela-- que desde los años 80 afecta al sistema de educación superior en Brasil, y que no es exclusiva de este país.23 Aunque estos problemas hayan sido, originalmente, identificados dentro del sector público, la crisis de clientela tiene un carácter más general, y por esto preocupa tanto a dirigentes de establecimientos públicos como privados.

De acuerdo con datos del Ministerio de Educación, el sistema de educación superior brasileño mantuvo estable el número de universitarios en los últimos diez años, en torno de 1,5 millones. Este estancamiento ha sido objeto de discusión dentro y fuera de las universidades. Una materia del Jornal do Brasil24 mostraba, en 1991, que el declinio de matrículas y la evasión escolar afectaron tanto a las universidades públicas de elevado prestigio como a las escuelas aisladas y particulares.25 La demanda por la red privada de educación superior, que hasta los inicios de los años 80 registraba una media de 5 candidatos para cada vacante, cayó para una media de 2,5 por vaga.26

Si, generalmente, las instituciones públicas tienden a enfrentar el problema del estancamiento de la demanda revisando la propia concepción y el papel de la formación superior en la sociedad contemporánea, el sector privado, para su propia sobrevivencia, reacciona con vistas a la disputa por la clientela. Durante treinta años, la expansión del sector privado aconteció como respuesta a la demanda que emergía de diferentes sectores de la sociedad --mujeres, personas más viejas en busca de una mayor formación, jóvenes cuyas familias no tenían tradición de formación de nivel superior, etc.27 Actualmente, la situación no es la misma. El estancamiento de la demanda es una realidad difícil de ser superada sin una profunda reforma educacional en la educación básica que aumente el número de candidatos. Las oportunidades de acceso a la educación secundaria en Brasil son muy desiguales y el joven que frecuenta un curso superior es aquel que consiguió atravesar el estrecho filtro del sistema educacional.28 La clientela, por lo tanto, es restringida, pero también muy diversificada, lo que sin lugar a dudas debe afectar no sólo las políticas para la educación superior, sino especialmente el comportamiento del sector privado frente a este mercado.

Una investigación realizada recientemente con estudiantes de diferentes cursos en instituciones públicas y privadas de la región de São Paulo y Campinas29 reveló que las distinciones entre los estudiantes de establecimientos privados y de establecimientos públicos son menos contrastantes de lo que en general se supone,30 y que en el interior de ambos sectores se encuentra un estudiantado muy diversificado. Algunos cursos se caracterizan por una clientela bastante homogénea desde el punto de vista del ingreso y otros reciben estudiantes que se distribuyen por todos los niveles de ingreso, aún cuando esa distribución no sea equilibrada. El reclutamiento homogéneo puede darse tanto en los niveles más elevados como en los más bajos, dependiendo del área, de la institución y de las facilidades que los cursos ofrecen para la incorporación de los estudiantes. Carreras homogéneas y heterogéneas pueden ser identificadas tanto en el sector público como en el privado, sugiriendo que los dos sectores son menos contrastantes de lo que generalmente se supone.Algunas instituciones privadas que disputan el mercado de educación superior de una forma más agresiva reconocen en la clientela potencial esa diversidad y realizan su marketing educacional de acuerdo a esas diferencias. Una rápida mirada en el material publicitario producido por algunas de estas instituciones muestra este hecho. La educación superior no aparece más como un servicio genérico a disposición en el mercado; las instituciones divulgan aquellos cursos con los cuales son más reconocidas, sugiriendo una búsqueda por la especialización. La calidad de los afiches publicitarios varía en función del prestigio social de las carreras, de la escuela etc. El marketing es dirigido: fotografías, imágenes, texto, en fin, el material gráfico es compuesto buscando llegar a sectores muy específicos del público universitario y a las diferentes formas de ser joven en nuestra sociedad.

En lo que se refiere a la discusión en torno a la calidad de la educación, algunos segmentos del sector privado han tentado reaccionar o por lo menos dejar de ignorar el problema. Durante los años 70, en el auge de la expansión del sistema, la interpretación corriente era que el gobierno militar, había permitido la expansión sin criterios de la educación privada, de objetivos puramente comerciales, mientras que permitía alguna expansión cantitativa de la educación pública sin inversiones adicionales. De esta manera las presiones de los estratos medios por educación superior eran parcialmente atendidas, gracias a una pérdida general de calidad. La crítica al crecimiento desregulado del sector privado y a su bajo nivel de calidad académica era casi consensual, sobretodo entre los sectores más politizados del movimiento estudiantil. Hasta fines de los años 70 era como si el problema de la calidad afectase apenas al sector privado, siendo que uno de los objetivos de la crítica era oponerse a la política de credenciamiento fácil vigente durante el régimen militar.

A partir de los años 80, la discusión sobre calidad gana nuevos matices. Deja de ser vista como un problema externo (de los militares, de los "mercenarios" de la educación) y pasa a ser percibida como un problema que existe también en el interior de las propias universidades públicas, que afecta a las carreras de sus profesores mejor calificados y a las perspectivas profesionales de los estudiantes. Temas como calidad de la educación o de la investigación son llevados al interior de las instituciones, y se tornan objeto de constantes reflecciones y de propuestas de políticas de evaluación para el sistema de educación superior pública. Los problemas de calidad y la necesidad de evaluación fueron planteados por primera vez en Brasil, de forma explícita, por el documento de la Comisión Nacional de Evaluación de la Educación Superior Brasileña, de 1985.31 Aunque sus propuestas y conclusiones no hayan sido entonces tomadas en cuenta por el gobierno federal, los temas planteados, relativos a las alternativas de evaluación, la problemática de la autonomía universitaria y la necesidad de diversificación del sistema, entraron en la agenda de discusión de administradores, investigadores, organizaciones docentes y estudiantiles, y no perdieron actualidad. Más de una década después, el problema de la calidad surge también en el interior del sector privado, o por lo menos en algunos de sus segmentos, especialmente en las instituciones localizadas en los grandes centros urbanos de la región Sudeste. Un evento que ilustra esta preocupación del sector privado es la realización anual, desde 1993, del Congreso Brasileño de la Calidad en la Educación Superior, realizado por el Instituto Brasileño de la Calidad en Servicios (IBRAQS). Se trata de una iniciativa privada que reúne instituciones relacionadas con la educación y la investigación y entidades de mantenedoras de la educación superior.Es oportuno, por lo tanto, en este momento de grandes cambios, estar atento a los contenidos que están siendo atribuidos, por parte de estos sectores de la educación privada, a la idea de calidad y excelencia de la educación, y a los efectos que estas nuevas preocupaciones pueden traer para una parte no tan despreciable de las instituciones particulares de educación superior en Brasil.

Las redes universitarias paulistas.

Un análisis más completo de la educación superior privada en Brasil depende mucho de investigaciones que están iniciándose sólo ahora. La mayor parte de ellas analiza instituciones específicas y temas restrictos. Una de las más amplias se refiere a las características de la educación privada en el Estado de São Paulo. Como se trata del estado que presenta la mayor concentración de matrículas y de establecimientos particulares, podemos suponer que esos datos revelan tendencias generales del sistema.Efectivamente, en el Estado de São Paulo se produjo en los años 70 un proceso de diseminación de establecimientos públicos y privados de educación superior hacia la región rural. Este proceso que también se verifica en otras regiones, mas no con la misma intensidad. La Universidad de São Paulo ya había dado los primeros pasos en dirección a la descentralización con la creación del campus de Ribeirão Preto, cuando también fueron creadas otras dos universidades estatales --la Universidad del Estado de São Paulo (UNESP) y la Universidad Estatal de Campinas (UNICAMP) también en esa misma época. La UNESP fue estructurada por la unión de varias escuelas aisladas mantenidas por el Estado en diversas regiones, mientras que la Universidad de Campinas, concebida desde sus inicios como dirigida hacia la investigación tecnológica y al pos-grado, atrae estudiantes de las regiones vecinas y también de todo el país. Actualmente cerca de 80 municipios del Estado poseen por lo menos un establecimiento de educación superior. No todos esos municipios presentan un perfil demográfico suficiente como para sustentar esa oferta de tercer grado. Por el contrario, la gran mayoría de las ciudades paulistas con instituciones de nivel superior son pequeñas o de medio porte, lo que lleva a suponer que estas instituciones no se destinan a satisfacer la demanda local, sino que a un gran pool de candidatos repartidos por el Estado y que buscan las diferentes instituciones de acuerdo con sus posibilidades de ingreso y capacidad de traslado. El corte por región administrativa es útil para mostrar el grado de desconcentración y al mismo tiempo la división de trabajo que ocurre entre la educación pública y la privados.Los datos del cuadro 30 muestran las zonas de carencia de instituciones públicas y aquellas donde el Estado tiene una presencia más fuerte. Con excepción de las regiones de Campinas y Ribeirão Preto, donde el sector público participa con un porcentaje en torno de 30%, en las demás regiones el sector privado es casi absoluto. Se percibe además, que determinadas áreas del conocimiento --y en su interior, algunas carreras-- concentran un volumen tan expresivo de inscripciones, que podemos hablar de una cierta especialización de las regiones en términos de oferta de educación superior. Esto no fue consecuencia de una política explícita y si de las diferentes características de cada sector.Las divisiones político-administrativas no son necesariamente las mejores para entender esa distribución. Existen otras formas de describirlas. Por ejemplo, se partimos de los usuarios del sistema, los estudiantes universitarios, el resultado del análisis puede ser un cuadro impresionista, pero sin duda más dinámico. Ese nuevo diseño permite un examen de sus posibles formas de interacción y complementariedad --en términos geográficos, institucional y de la clientela, colocando, así, otros matices en la segmentación clásica entre educación pública y privada.Marcando en el mapa del Estado las ciudades donde esas instituciones están instaladas, el carácter a primera vista aleatorio y disperso de esa distribución desaparece: se forman manchas que presentan en algunas regiones contornos más definidos que en otras. Observando más detenidamente vemos que ciudades pequeñas o de tamaño medio funcionan como satélites de otras mayores, pioneras del proceso de interiorización. Están formadas las "redes universitarias" o sea, una composición de instituciones de educación superior --públicas (federales, estatales y municipales) y privadas, universidades y escuelas aisladas-- que ofrecen una variada gama de servicios educacionales y culturales en varios municipios de una misma región del Estado.Además de la proximidad geográfica, las redes universitarias presentan otras características. En función de su carácter institucional diversificado, esas redes implican no sólo relaciones de lucha y de competencia, sino que también de complementaridad en términos de la división del trabajo. En las redes, las instituciones se ajustan --en un movimiento que no excluye la competición-- para responder a una demanda ya consolidada de parte de jóvenes pertenecientes a los amplios sectores medios del interior del Estado. La expansión de la educación superior promovió la descentralización, consolidando al mismo tiempo nuevas formas de nuclearización. La implantación de instituciones universitarias de alcance regional exige que se desenvuelvan una serie de servicios de apoyo (para albergar a estudiantes y profesores, servicios de transporte, diversión, comercio específico, etc.) que auxilian en este proceso de agregación.

La región Nordeste es un buen ejemplo de la formación de estos polos de atracción. Con más de 50% de los campi universitarios --15 públicos y 2 privados-- y con aproximadamente la mitad de las instituciones aisladas --15 públicas y 59 privadas-- esta región presenta la mayor concentración de redes universitarias en el Estado. Sólo en esa región es posible recortar cuatro grandes áreas. La primera parte de Campinas y se extende por los municipios de Capivari, Limeira, Jundiaí, Americana y Piracicaba. La segunda red se teje en torno de Marília, cubriendo los municipios de Botucatu, Barra Bonita, Jaú y Bauru. La tercera está centrada en la región de Río Claro, São Carlos y Araraquara. La última, más al norte de la región Nordeste, tiene como centro la ciudad de Araçatuba, y une los municipios de Pereira Barreto, Santa Fé do Sul y Penápolis.

En varios casos los núcleos de redes universitarias son también sedes de regiones administrativas del Estado. Es el caso de Campinas, Bauru, Marília y Araçatuba, en la región Nordeste. En las tres primeras, el sector universitario, público y privado, representa más de la mitad de los establecimientos de nivel superior y responde también por la mayoría de las vacantes ofrecidas. Ya en Araçatuba, predominan las instituciones aisladas.32 La composición entre sectores público y privado de esas redes universitarias de la región Nordeste reafirma las características del sistema paulista: más de 60% de los establecimientos son privados, y en algunas regiones más de 70% de las vacantes son también ofrecidas por ese sector. Con relación al porcentual de inscripciones en cada uno de los sectores, se nota una distribución más equilibrada, con un pequeño predominio del sector privado.33

A pesar del sector público tener un peso menor en términos del número de instituciones, vacantes e inscripciones, la idea de red universitaria se basa en el hecho de que fue en torno a ese sector, y sobre todo en función de su incapacidad de crecer en el mismo ritmo de la demanda por educación superior, que el sector privado se expandió. En otras palabras, en el rastro de la política de regionalización de la educación superior pública, el sector privado fue consolidandose en el interior. En los últimos años, lo que se observa es una tendencia, tímida aún, a la reducción de la participación del sistema paulista en el conjunto del sistema de educación superior nacional, a medida que otras regiones del país vienen ampliando, gradualmente, sus respectivas redes de educación de tercer grado.


NOTAS

1. Levy 1986. 2. Durham 1995. 3. En este año fueron creadas las escuelas de Cirugía y Anatomía de Bahía (hoy Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Bahía) y de Anatomía y Cirugía en Rio de Janeiro (hoy Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Rio de Janeiro) y la Academia de Guardia de la Marina, también en Rio. Dos años más tarde, en 1810, fue fundada la Academia Real Militar, que se transformó en Escuela Central, después Escuela Politécnica (hoy Escuela Nacional de Ingeniaría de la UFRJ). Schwartzman 1991. 4. Teixeira 1969. 5. Teixeira 1969. 6. La casi ausencia de manifestaciones a favor de la creación de universidades durante la Primera República (1889-1930) contrasta con los períodos Colonial e Imperial, cuando decenas de proyectos apuntaban hacia las ventajas de la creación de una Universidad en Brasil. Anísio Teixeira cuenta, para el período desde 1808 a 1882, veinticuatro proyectos. Souza Campos enumera treinta intentos, incluyendo el de los jesuitas (1592) y dos del movimiento conocido como de los "inconfidentes" (1789) antes de D. João VI, y seis inclusive después del Imperio. Hay una cierta discusión sobre cual habría sido la primera universidad brasileña. La primera universidad federal, sin embargo, fue sin lugar a dudas la Universidad de Rio de Janeiro, creada en 1920 como una federación de establecimientos aislados, con el único propósito, según la leyenda, de otorgar el título de Doctor Honoris Causa al Rey Alberto de Bélgica, en visita oficial a Brasil. Teixeira 1969. Vease también Cunha 1986. 7. Schwartzman, Bomeny y Costa 1984, 52. 8. Mendes y Castro 1984, 33. 9. Schwartzman, Bomeny y Castro 1984. 10. Sobre las aspiraciones estudiantiles en esa época ver: Martins 1981; y Forachi M. 1972, capítulo 8. 11. El Consejo Federal de Educación no fue una inovación, sino que retomó las antiguas funciones del Consejo Nacional de Educación, creado con los mismos propósitos en los años 30, y que tenía al líder católico Alceu Amoroso Lima como su principal figura. 12. Artículo 11 del Decreto de Ley N1 228 del 18 de febrero de 1967. Ministerio da Educação e Cultura/ INEP (Instituto Nacional de estudos Pedagógicos) --Ensino Superior; Coletânea de Legislação Básica, Primeira Edição, s/d. 13. Durham 1993, 7. 14. Levy 1986. 15. Durham 1995. 16. Las universidades públicas, sin embargo, por haber sido creadas por ley, no necesitaban de autorización o reconocimiento de su status universitario para poder funcionar. 17. Durham 1995. 18. Durham 1993. 19. En este contexto, "estatales" son las instituciones públicas mantenidas por los gobiernos de los estados brasileños, en contraposición a las Afederales", mantenidas por el gobierno central. 20. "Private Sectors". Geiger 1986. 21. El sector privado en Bélgica no se expandió, como en Japón, Filipinas o inclusive Brasil, algo más tarde, durante el período de posguerra, a fin de suplir la explosión de la demanda por vacantes de educación superior. El sistema privado belga es, básicamente, religioso, y sus origines se remontan al propio período de formación de las universidades belgas. 22. "Goldemberg critica a expansão desordenada do ensino superior", Jornal O Estado de S. Paulo 4.07.93. 23. Klein y Sampaio 1994. 24. AUniversidade vazia reflete descompasso com o mercado", Jornal do Brasil 17/02/1991. 25. La Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) perdió 10 mil alumnos de graduación entre 1985 y 1990. La Universidad de Brasília también tuvo una baja en el número de matrículas Cde 9.270 en 1985 para 8.154 en 1989. En ese mismo período la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro (PUC-RJ) pasó de 14.236 para 13.462. En la Universidad de São Paulo (USP) la reducción fue proporcionalmente menor, pero ocurrió. Durante el primer semestre de 1990, la USP contaba con 33.601 alumnos matriculados, 1.200 menos que en 1985. Aún las universidades que ganaron alumnos, como la Universidad de Campinas, no registraron índices significativos de crescimento: fueron necesarios diez años para que el número de matrículas de esa universidad aumentase de seis mil para 7.700. Jornal do Brasil, 17/02/1991. 26. Entrevista con el vice-presidente de la Asociación de Mantenedoras de las Universidades Privadas, profesor Edson Franco. 27. Schwartzman 1992. Para tener una idea, en el año 1960 habían 28.728 "alumnos excedentes" o sea, estudiantes que habían sido aprobados en los exámenes de admisión para las universidades públicas pero que no pudieron ser admitidos por falta de vacantes. En 1969, el número de estudiantes excluidos del sistema era de aproximadamente 161.527, lo que llevó a una mayor presión en los años posteriores por la ampliación del sistema, tanto público como privado. Martins 1991. 28. Actualmente, el porcentaje de jóvenes entre 20 y 24 años que frecuentan escuelas superiores en Brasil es bajo (en torno de 10%), comparado no sólo con los países más desarrollados como con otros de América Latina (Chile y Argentina, por ejemplo, presentan índices del orden de 18% y 39% respectivamente). Sin embargo, si analizáramos esa situación desde un punto de vista del sistema nacional de educación, veremos que una tasa relativamente alta de la población con educación secundaria ingresa a la universidad. El porcentaje en Brasil es de 28%; en España y en Francia, por ejemplo, ese porcentaje se encuentra en torno de 33%. 29. Cardoso y Sampaio 1994, 30-50. 30. Recientemente un reportaje titulado "Universidade vazia não é lugar de estudante pobre", publicado en el periódico O Estado de São Paulo, mostraba que en Brasil la educación superior pública no se destinaba, como debería, a los estudiantes necesitados. Al contrario, en escuelas como la USP sólo los estudiantes de capas más altas tendrían acceso. Para ilustrar la materia, el reportaje describía el cotidiano de dos estudiantes, un caracterizado como rico y otro como pobre; el primero cursando USP, y el segundo la Universidad de Mogi das Cruzes. A pesar que esa situación sea en parte verdad, la prensa junto com algunos sectores ligados a la educación superior han insistido en este análisis que lleva a una visión simplificada del estudiantado de las instituciones públicas y privadas de educación superior en Brasil. La realidad es que, aunque cerca de un tercio de los estudiantes de las universidades públicas provengan de sectores sociales de alta renta e educación, otro tercio viene de sectores sociales menos privilegiados, en claro proceso de ascensión social. 31. Schwartzman 1988. 32. En la región administrativa de Campinas, 57,4% de los establecimientos de nivel superior son universidades, que ofrecen 61,9% de las vacantes y concentran 83,1% de las inscripciones. En la región de Bauru las instituciones universitarias corresponden a 52% del total de establecimientos, responden por 45,3% de las vacantes y 55,2% de las inscripciones. En Marília, los establecimientos universitarios también son mayoría C62,1%, respondiendo por cerca de dos tercios de las vacantes, 65,9%C mas pierden en porcentual de inscripciones para las escuelas aisladas, que concentran 65,7%. Diferentemente, en la región de Araçatuba, los establecimientos aislados constituyen 88,6% del total y responden por 91,3% de las vacantes ofrecidas. En términos de porcentual de inscripciones, la distribución entre el sector universitarios y no-universitario es más equilibrada, 41,4% e 58,6% respectivamente.

33. La región de Marília es una excepción, con 88,2% de las inscripciones en el sector privado.