América Latina: Universidades en Transición

Simon Schwartzman
Washington, Organización de los Estados Americanos, Colección INTERAMER, nº 6, 1996

CAPÍTULO II - LAS UNIVERSIDADES EN AMÉRICA LATINA



Sus orígenes

Las universidades latinoamericanas son descritas frecuentemente como "napoleónicas" reflejando la idea de que se trata de instituciones nacionales, o por lo menos controladas y supervisadas por los gobiernos de acuerdo con normas uniformes, e investidas de un mandato para la emisión de certificados profesionales de validez legal. A pesar de las grandes modificaciones y variaciones ocurridas en relación a este modelo general, de la fuerte presencia de la Iglesia Católica y de que las primeras universidades en la región fueran creadas por la corona española en el siglo XVI sobre el estricto control de la Iglesia, permanece un claro predominio de las universidades públicas y no confesionales, si no en cantidad por lo menos en prestigio y reconocimiento.

Las actuales instituciones, en su mayoría creadas o profundamente transformadas después de los movimientos de independencia de inicios del siglo XIX, pretendían ser una reacción contra la herencia colonial, que incluía la Iglesia y sus universidades. El objetivo era transformar las antiguas colonias en estados-naciones, dotados de élites profesionales formadas en instituciones supervisadas por el poder público de acuerdo a los conocimientos jurídicos y técnicos más actuales, libres del pensamiento religioso tradicional. Habría que enseñar más ciencias naturales que filosofía; la ingeniería, entronizada en Francia como la gran profesión de los Estados modernos, pasaba a disputar el predominio con la medicina y el derecho entre las profesiones de las élites. En algunos países, como en Chile y en Argentina, las universidades públicas deberían tener un papel de coordinación de grandes sistemas educacionales.

El proyecto más ambicioso tal vez haya sido el de la Universidad de Chile, parte de un amplio proyecto de organización de un sistema de educación nacional:

By the end of the 1830s, the government [of Chile] was in fact strongly determined to implement the constitutional mandate concerning national education. In its annual report to the Congress in 1840, Egaña presented a plan for the development of primary, secondary, and higher education. Primary education was presented as universal, meaning that members of all social classes should benefit from it, including Araucarian Indians. Education would presumably introduce morality among the population and demonstrate the advantages of civilization to all. Secondary education had traditionally been viewed as elite education, a view that Egaña reaffirmed when stated that it was `indispensable for the superior classes as it provides for the education of a person of distinction'. Egaña also announced that the state-run Universidad de Chile, as a superintendency of public instruction, would supervise all national education.1

La ambición modernizadora y la valorización de la educación popular y técnica, entretanto, no siempre producían los efectos esperados. Al abandonar la tradición escolástica, se perdían muchas veces también las tradiciones de estudio y de la búsqueda del conocimiento que, en sus mejores momentos, habían sido preservadas por las universidades tradicionales y recuperadas con nuevos contenidos por las mejores universidades europeas. Es lo que ocurre con la Universidad de Buenos Aires:

Desde su fundación, entonces, la Universidad de Buenos Aires ve amenazado su destino como centro de saber por las urgencias inmediatas de la sociedad en que nace, que exige de ella, antes que una actividad científica real, el cumplimiento de ciertas funciones sociales que el progreso de Buenos Aires hace ineludibles: el abandono de la tradición universitaria que remonta a la Edad Media y se consolida en la España de la Contrarreforma no significa, entonces, necesariamente para la Universidad de Buenos Aires, la adopción de una actitud más moderna frente a los problemas del conocimiento, sino un abandono del interés por ese problema; lejos de implicar necesariamente un enriquecimiento, puede traducirse --y de hecho se traducirá durante extensos períodos-- en un empobrecimiento científico y cultural.2

En Brasil,3 la transición de la universidad escolástica para una educación orientada a la formación profesional tiene sus orígenes en el proyecto de transformación de la Universidad de Coimbra realizado a fines del siglo XVIII para librarla del predominio de la educación jesuita y de la tradición de la contrarreforma, proyecto traído por miembros de la corte de D. João VI, rey de Portugal, en su venida para Brasil en 1808. Esta transformación, conocida como "Reforma Pombalina", por referencia al marqués de Pombal, primer ministro de la Corte Portuguesa, buscó introducir en Portugal y luego en Brasil, la enseñanza técnica y los conocimientos prácticos, sin la estructura universitaria que se había identificado demasiado con la corporación religiosa y que sólo sería implantada en Brasil en la tercera década del siglo XX. Como observa Antonio Paim:

A Reforma Pombalina da Universidade de Coimbra, levada a cabo em 1772, e a maneira pela qual se deu início à organização do ensino superior com a mudança da Corte para o Rio de Janeiro, marcaram em definitivo a posição que a cultura brasileira iria adotar em relação à universidade. Pombal pretendeu desfechar um golpe de morte contra o verbalismo da cultura portuguesa e fez da universidade, voltada para a ciência aplicada, seu principal instrumento. Os homens que cercavam D. João VI e tiveram a missão de implantar as instituições de cultura, inexistentes na Colônia, haviam sido formados na nova mentalidade e prescindiam de todo da universidade. O menosprezo pela instituição, subjacente a semelhante atitude, iria finalmente explicitarse com a ascensão do positivismo. Já agora a universidade é combatida como elitizante e promotora do saber ornamental.4

Las ideas novedosas que las élites latinoamericanas traían de Europa e incorporaban a los movimientos de independencia y construcción de los estados nacionales habían transformado profundamente las universidades europeas a fines del siglo XVIII e inicios de siglo XIX, mas sin romper completamente con las tradiciones culturales del pasado. En este pasaje, en Europa, las tradiciones filosóficas medievales abrieron paso a los estudios históricos, literarios y a la investigación científica, la educación formal para las profesiones tradicionales fue sustituida por la capacitación técnica en medicina e ingeniería, y la educación preparatoria en las "siete artes" se transfirió para los colegios, gimnasios y liceos. Quiso el destino que muy poco de lo que ocurría en los países germánicos o en Inglaterra llegase a Sudamérica. En contraste con lo ocurrido con la creación de la Universidad de Humboldt en Berlín, las primeras universidades latinoamericanas no abrieron espacio para la investigación empírica, que pudiese servir de base para la educación técnica en las facultades profesionales. En contraste con Inglaterra, tampoco había espacio para la educación general en la tradición de las "liberal arts", que quedó restringida a las escuelas secundarias, último bastión de la tradición educacional católica. Además, en contraste con la propia Francia, poco fue desarrollado en términos de una educación de élite propiamente dicha, típica de las "grandes écoles" francesas, que protegían las instituciones de mejor nivel, de los cambios e incertidumbres de los sistemas más amplios de educación superior.5

Una característica importante de las universidades latinoamericanas fue siempre el predominio de las escuelas profesionales de derecho, medicina, ingeniería y de las academias militares. En Europa, estas escuelas profesionales generalmente están situadas fuera de las universidades o por lo menos se organizan de forma independiente del núcleo académico central, normalmente orientado para la educación general, las humanidades y las ciencias básicas. Sin embargo, la educación superior en América Latina, desde sus inicios, fue definida casi siempre como sinónimo de educación para las profesiones. De esta manera, alguna calidad fue preservada en las mejores escuelas de ingeniería y medicina; mas también fue un factor de resistencia a las innovaciones oriundas de los nuevos grupos sociales que aspiraban a una educación superior más accesible, a la abertura de nuevas disciplinas y a las tentativas de mudanza provenientes de gobiernos y movimientos reformistas.

Todos los países latinoamericanos no se desarrollaron de la misma forma, y los diferentes vínculos que las élites latinoamericanas mantenían con las universidades europeas, aclaran las diferencias entre sus instituciones de educación superior. Estos vínculos podían consistir en la tradición de completar los estudios en universidades europeas, en la llegada de profesores para enseñar en las universidades locales o inclusive en la fuerte presencia de hijos de inmigrantes europeos entre estudiantes y profesores. La influencia europea traía los conocimientos y la experiencia de instituciones que se habían modernizado a lo largo del siglo XIX, sobre todo la valorización de la educación y del conocimiento técnico como instrumentos de movilidad social, actitudes que presionaban los sistemas universitarios locales para mejorar su calidad e incorporar los conocimientos más modernos. Lugares con fuerte presencia de inmigrantes europeos, como Buenos Aires y São Paulo, desarrollaron mejores instituciones que aquellos que se mantuvieron más aislados, como México o Río de Janeiro.

Otra diferencia significativa fue como evolucionó el conflicto entre el Estado y la Iglesia sobre el control de los sistemas educacionales, que ocurrió prácticamente en todos los países de la región. México y Argentina, con sus grandes universidades públicas y seculares, deben ser vistos en contraste con Chile y Colombia, donde universidades católicas y laicas coexistieron históricamente una al lado de la otra. No por casualidad, donde esta coexistencia se dio la educación superior privada avanzó más, y no necesariamente como educación religiosa. México y Argentina caracterizan el padrón de sistemas universitarios dominados por una universidad nacional central (como es el caso también de Perú, Uruguay y muchos otros países de la región), en contraste con los sistemas descentralizados de Chile, Colombia e inclusive Brasil (en el cual las primeras universidades católicas surgieron sólo a partir de 1940 pero donde la Iglesia siempre mantuvo su influencia). Estas diferencias históricas ayudan a entender las diferentes respuestas de cada país a las presiones por el aumento de la oferta de educación superior que se aceleró a partir de la segunda mitad de este siglo. México y Argentina respondieron abriendo las puertas de sus universidades nacionales, que se transformaron en las mayores del mundo en número de estudiantes; mientras que Brasil, Colombia y más recientemente Chile, respondieron abriendo espacio para la creación de un gran número de instituciones de educación superior privadas.

Creaciones de los nuevos estados nacionales, habría de esperarse que las universidades latinoamericanas viviesen bajo la supervisión y control constante de políticos y gobernantes y tuviesen pocas condiciones de desarrollarse como organismos autónomos e independientes. Esta, sin embargo, es sólo parte de la historia. La principal consecuencia de la gran proximidad entre las universidades y el poder haya sido tal vez la intensa politización de los estudiantes y profesores universitarios, que hizo que los choques entre las élites gubernamentales y las académicas fueran constantes y llevaran a formas inesperadas de autonomía universitaria. En la medida en que los proyectos modernizadores eran colocados de lado por los gobernantes, estos eran incorporados por contra-élites que se formaban en los bancos académicos y ensayaban desde temprano la oratoria y la militancia político-partidaria que los llevaría al poder.

¿Qué tipo de universidad resultó de esta historia resumida aquí? Una comparación sistemática entre los procesos de modernización de las universidades en América Latina, Japón, India, África, Rusia del sigo XIX y Europa Occidental trae enseñanzas preciosas.6 En ningún país las universidades dejaron de mudar. Todas tuvieron que abrir espacio para nuevas ideas, nuevas generaciones y en muchos casos compartir el poder con nuevos grupos. Sólo en algunos casos, sin embargo, ellas consiguieron transformarse de tal manera que pudiesen mantener su función histórica de centros generadores y transmisores del conocimiento. En otros, ellas terminan ocupadas por otros grupos, con otros intereses y nunca consiguieron ir mucho más allá de sus funciones clásicas de agentes de legitimación de posiciones de status y poder adquiridos por medios que, a decir verdad, poco tienen que ver con el conocimiento como tal.

Cultura

La expansión de los sistemas universitarios ocurrida en América Latina vino acompañada también de importantes mudanzas en los valores y percepciones de las personas con relación a lo que debe ser la universidad y la actividad profesional, todo aquello que cabe dentro de la denominación de "cultura universitaria" o académica. Aunque sea más difícil de precisar que informaciones sobre matrículas, número de instituciones o costos, la dimensión cultural sea tal vez la más importante de todas, porque es ella la que da el sentido y orienta las acciones de las personas, dentro de las condiciones y de los recursos de que disponen.

En parte, ya nos referimos a este tema cuando observamos que las instituciones de educación superior creadas en América Latina a partir del siglo XIX pretendían contraponerse a la universidad católica tradicional, traída por los españoles a inicios de la colonización, e introducir los conocimientos prácticos que formaban parte del iluminismo europeo y que se expresaban con vigor en las ideologías y en las nuevas instituciones desarrolladas en Francia después de la Revolución. Las antiguas universidades tenían un perfil cultural bien definido dado por el uso del latín y por la referencia a un conjunto relativamente limitado de autores clásicos, cuyo estudio llevaba al conocimiento da las siete "artes liberales", el trivium (gramática, lógica y retórica) y el quatrivium (aritmética, astronomía, geometría y música). Sobre esta base se daba la formación profesional, para las carreras de derecho, teología y medicina. Procesos como la reforma protestante, el desarrollo de las ciencias empíricas, la creación de los estados nacionales europeos y la consolidación de sus lenguas, se dieron al margen de las antiguas universidades, que pasaron por largos períodos de decadencia e inmovilidad, hasta ser reorganizadas a partir del siglo XIX con la introducción de la ciencia empírica, la formación profesional moderna y la adopción de las lenguas nacionales en la educación, escritos y publicaciones. La universidad europea reformada desarrolló nuevas culturas académicas, diferentes en cada país, con algunos elementos en común. En Alemania su valor central era a Wissenschaft, un ideal de conocimiento profundo y extenso que incluía tanto las ciencias naturales como la filosofía y que debería ser el fundamento del conocimiento empírico y moral; en Francia, science tenía un sentido mucho más claramente cartesiano, con énfasis en la matemática y en la ordenación sistemática de los conocimientos y de la información, sirviendo de base a un nuevo tipo de profesional, el ingeniero; en Inglaterra la misma palabra, science, tenía un sentido mucho más pragmático, coexistiendo con la educación humanística y literaria típica de los colleges tradicionales.7

Estos contenidos culturales y normativos aún están presentes en los sistemas de educación superior de estos países, aún cuando transformados e influenciados por los procesos de masificación ocurridos en las últimas décadas y que tuvieron su expresión más evidente en los movimientos estudiantiles de 1968. En general, países que cuentan hoy en día con instituciones educacionales bien constituidas contaron en el pasado con grupos sociales significativos que hicieron de la educación y de la cultura su principal instrumento de cohesión interna y de movilidad social. En América Latina, así como en otras regiones donde los gobiernos trataron de importar sus instituciones académicas de otros contextos, esta historia previa no existía, o tenía un sentido totalmente diferente, y no había como reproducir estos contenidos con la simple promulgación de leyes, reglamentos y controles creados por los gobiernos para sus instituciones educacionales. El estudio de la historia de los movimientos culturales y sociales asociados a las instituciones educacionales es la única manera de entender y determinar la existencia de estos contenidos, que no se dan por la simple letra de la legislación, de los programas de los cursos, o incluso con las credenciales académicas de los profesores. Cuando los contenidos son débiles, las rutinas vacías y los juegos de poder ganan precedencia y lo sustantivo del trabajo educacional se esfuma.

La historia de la introducción de los contenidos profesionales e intelectuales de las modernas profesiones y del conocimiento científico en América Latina puede ser resumida como un proceso con tres etapas bien diferenciadas.8 En un primer momento, los "nuevos conocimientos" eran apropiados por pequeñas élites que los utilizaban como instrumentos de conquista de posiciones sociales y políticas de liderazgo. Médicos ofrecían el control de las epidemias y tratamientos para las enfermedades sociales, ingenieros prometían las maravillas de la reforma urbana y de las grandes carreteras y los abogados exponían sus fórmulas de reforma constitucional y reorganización del Estado. Personas de formación universitaria eran parte de una intelligentsia que se afirmaba, sobre todo, por el valor simbólico de la Ciencia y de la Técnica, más que por la competencia técnica efectiva que pudieran tener. Típico de este período fue la difusión de la ideología positivista entre los ingenieros y militares, que consistía principalmente en un discurso en contra de la Iglesia y de justificación de las aspiraciones hegemónicas de nuevos grupos en ascensión. En muchos casos, la joven intelligentsia era formada por los hijos de las antiguas aristocracias locales, de origen frecuentemente rural y la tensión entre lo nuevo y lo viejo era suave; en otros, esta tenía un carácter más urbano, con menos raíces tradicionales, y el potencial de conflictos era mayor. Vale la pena examinar este período con algún detalle a partir de lo que ocurrió en Brasil y que debe encontrar similitudes con lo ocurrido en muchos otros países.

Tecnocracia: Los planos de los ingenieros

La noción de que la sociedad podría ser planificada y comandada por ingenieros estaba bien de acuerdo con la tradición francesa y tendría gran impacto en Brasil. Mientras que en la tradición inglesa la ingeniería siempre fue una ocupación menor y sin fueros de nobleza, la École Polytechnique fue, desde el inicio, el lugar donde la élite administrativa francesa era educada. Aquí, la educación era administrada conjuntamente con la práctica de la mente en matemática y física; se pensaba que esta combinación prepararía las mejores mentes cartesianas, listas para construir puentes, comandar ejércitos y dirigir la economía. Esta descripción, así como las diferencias entre las tradiciones anglo-americana y francesa, son válidas hasta hoy en día.

Los cambios de nombre y de objetivos de la antigua escuela militar de Río de Janeiro a lo largo del siglo XIX son una buena indicación de los papeles que le eran atribuidos. Cuando fue fundada, en 1810, como Real Academia Militar, se esperaba que ofreciera un curso completo de ciencias matemáticas, de ciencias de la observación como física, química, mineralogía, metalurgia e historia natural, que comprendiera el reino vegetal y animal y las ciencias militares en toda su extensión, como la de táctica de fortificación y artillería.

Exceptuando tal vez en el sur del país, la profesión de militar nunca disfrutó de mucho prestigio en Brasil, y los aspectos civiles siempre prevalecieron en la Escuela. En 1858 la Academia Militar cambió de nombre, pasando a llamarse Escuela Central y finalmente adoptó la denominación francesa de Escuela Politécnica. Actualmente hace parte de la Universidad Federal de Río de Janeiro y abriga la coordinación de programas de posgrado en Ingeniería CCOPE, el más importante del país.

El hecho de que la ingeniería civil predominara a partir de mediados del siglo XIX no significa que la Escuela fuera particularmente competente como local de formación especializada en las técnicas mecánicas o de construcción, ni tampoco para el estímulo de la competencia en las ciencias físicas y naturales. Se adoptaban libros-textos antiguos, casi no habían clases prácticas ni experimentales, el trabajo de investigación era prácticamente inexistente. Todo esto no hacía mucha diferencia, frente a las limitadas necesidades tecnológicas de la sociedad brasileña de la época. La Escuela de Minas de Ouro Preto, creada bajo supervisión francesa en 1875, no tuvo un desempeño especializado mucho mejor a lo largo del tiempo, a pesar de haber iniciado sus actividades dentro de padrones académicos mucho más estrictos. La tierra de Minas era rica, pero faltaban las condiciones económicas para el desarrollo de una industria de mineración que hiciera uso de los talentos especializados que la vieja Escuela de Minas debería formar.9 Solamente en Sao Paulo, donde la Escuela Politécnica local fue creada en 1893 para acompañar de cerca la expansión del sistema ferroviario hacia el interior del territorio cafetero, se llegó a un nivel más técnico y especializado de educación. Lo que le dio sentido a la Escuela Politécnica do Río de Janeiro (así como a la Escuela de Minas y en cierta medida a la Politécnica de Sao Paulo) fue el papel que desempeñó en el surgimiento de una nueva estirpe de intelectuales de élite, capaces de colocar en jaque, en nombre de la ciencia moderna, a la cultura establecida de la Iglesia y los bachilleres. La doctrina positivista dio a los ingenieros la seguridad de que tenían el derecho y la capacidad de gerenciar la sociedad, que se volvería mejor y más civilizada si el poder estuviera en sus manos. Los positivistas se movilizaron en contra de la monarquía, defendieron la educación para todos y mejores salarios para la clase trabajadora, hicieron oposición a la Iglesia y a todas las formas de organización corporativa de la sociedad (por esta razón se opusieron a la formación de las universidades), combatieron la vacuna obligatoria y principalmente, se organizaron en sociedades secretas y conspiraron para la toma del poder. La marca de su victoria, "orden y progreso", está actualmente registrada en la bandera del país.

El positivismo fue apenas la primera y la más evidente manifestación de la tendencia de los que estaban relacionados con la tecnología y las ciencias exactas a concluir de que tenían la capacidad y el derecho de liderar las sociedades. Los militares, que a lo largo de su historia permanecieron como una especie de carrera de ingeniería de segunda clase, fueron los que se apegaron más fuertemente y por más tiempo a esta ideología; lo hacían sobre todo en el ámbito del Ejército, que siempre tuvo un componente menos técnico que la Marina o, más recientemente, la Aeronáutica. Esto no significa, evidentemente, que estas corporaciones no fueran también bastante politizadas; sin embargo, fue en el Ejército que se desarrolló una visión articulada del papel mesiánico de las fuerzas armadas, consubstanciada en la doctrina de seguridad nacional.10

También el marxismo en Brasil resultó en gran parte de las tradiciones militares y de ingeniería. Traducido del francés, distante de movimientos operarios organizados y despojado de su inspiración hegeliana, el marxismo no difería mucho de una variante del evolucionismo positivista. Al comienzo del siglo XX, inmigrantes italianos, españoles y de Europa Central trajeron consigo a Brasil los ideales de organización y acción política de las clases trabajadoras, y organizaron las primeras huelgas políticas de la historia del país. Entre ellos prevalecía el anarquismo, y algunos adhirieron a los principios del socialismo científico y del internacionalismo comunista. Esta vieja guardia de líderes obreros sería completamente suplantada, entre tanto, por el grupo de comunistas de origen militar liderado por el capitán Luis Carlos Prestes. Si la insurrección de 1935 fue un fracaso como movimiento político, tuvo como resultado que Prestes y su grupo de jóvenes tenientes permanecieran al frente del Partido Comunista en Brasil hasta mediados de la década del 70, impidiendo de esta forma el surgimiento de un liderazgo marxista alternativo, fuera este sindical o intelectual.

Los ingenieros también trataron de asumir una posición más directa de comando a través del control del hábitat humano de las ciudades. Con la creación de Belo Horizonte como nueva capital para el antiguo Estado de Minas Gerais, que debería renacer con el advenimiento de la República, se mantuvo un símbolo que resurgiría cuando un ex-alcalde de Belo Horizonte, Juscelino Kubitschek, resolvió dar una nueva partida a la historia brasileña con la construcción de Brasilia. En inicios del siglo XX, durante la gestión de Pereira Passos, Brasil pasó por su experiencia más significativa de renovación urbana, con la transformación de Río de Janeiro en una ciudad al estilo francés Tan sólo ahora historiadores y sociólogos comenzaron a estudiar como ocurrieron estas experiencias, cuales eran sus presupuestos y como las personas se encajaban en los planos que salían de las tablas de los ingenieros y arquitectos. Las tres experiencias tuvieron en común por lo menos una característica, la noción de que había un plan a ser seguido, líneas rectas a ser transferidas para el mundo real y que las personas deberían ser convencidas, educadas o simplemente obligadas a aceptarlos. En Belo Horizonte, construida en una región montañosa, las elevaciones del terreno no adherían de buena forma a los triángulos y cuadrados del arquitecto Aarão Reis, no por casualidad un positivista que estudiara en la Escuela Politécnica de Río de Janeiro. Ya los mineros aprendieron la lección y construyeron Brasilia en una meseta. En Río de Janeiro, grandes áreas de la vieja ciudad portuguesa, sucia y apiñada, fueron colocada abajo y las personas obligadas a abandonar sus casas, expulsadas para suburbios lejanos, en un proceso que volvería a repetirse en los años 60, con la remoción de las favelas de la Región Sur.11

Brasilia recuerda que en ningún otro lugar fue tan evidente la existencia de lazos paradójicos entre el iluminismo de los ingenieros y el autoritarismo político como en la moderna arquitectura brasileña. El país entró en el mundo de la arquitectura moderna en los años más negros del Estado Nuevo, cuando se experimentaban las ideas de poder totalitario que parecían prevalecer en Europa. Para los tenientes que acompañaron a Vargas a la toma del poder en 1930, los regímenes soviéticos, alemán e italiano eran igualmente fascinantes y no muy diferentes uno del otro.12 Un país en construcción, poderoso y moderno, necesitaba de grandes obras, y Le Corbusier disputó mano a mano con el italiano Marcelo Piacentini, arquitecto de Mussolini, por el privilegio de construir el gran sueño del ministro Capanema, la Ciudad Universitaria de Río de Janeiro.13 Le Corbusier y sus seguidores brasileños, liderados por Lucio Costa, salieron derrotados, mas tuvieron la oportunidad, más tarde, de construir la sede del Ministerio de Educación en Río de Janeiro. Esta disputa de los años 30, que puede ser vista como un simple confronto entre grupos profesionales y estilos arquitectónicos, se desarrolló en un ámbito mucho más amplio, en el cual el conflicto entre los jardines y carreteras elevadas de Le Corbusier y las columnas romanas de Piacentini, aparece como la encarnación del conflicto entre socialismo y fascismo.

La construcción del edificio del Ministerio de Educación en Río de Janeiro, concluido en 1945, contribuiría para dar al régimen de Vargas y especialmente a su Ministerio de Educación, una áurea progresista bastante cuestionable. Escribiendo en 1945 sobre este edificio Lucio Costa lo describe como

linda e pura flor do espírito, prenúncio certo de que o mundo para o qual caminhamos inelutavelmente poderá vir a ser, apesar das previsões agourentas do saudosismo reaccionário, não somente mais humano e mais justo, senão, também, mais belo.14

Mientras que en Rio se discutían los grandes proyectos, el alcalde de Belo Horizonte encomendaba a Oscar Niemeyer y Cândido Portinari, arquitecto y muralista del Ministerio de Educación, de proyectar y decorar las edificaciones que irían a circundar la laguna de Pampulha. Más tarde, Lucio Costa firmaría el plano maestro de Brasília, Niemeyer proyectaría los edificios y todos jurarían nuevamente, por lo menos por algún tiempo, que la arquitectura moderna en la ciudad nueva sería un nuevo inicio de una nueva era de progreso para Brasil.

La Politécnica también formó empresarios. El capitalismo brasileño en São Paulo deriva principalmente de la combinación del dinero de las plantaciones de café con el impulso traído por los inmigrantes europeos. Los ingenieros de la Politécnica de Rio de Janeiro provenían de otra estirpe. Hijos de políticos o de la nobleza del Imperio, adquirían destreza para saber donde encontrar las riquezas minerales del país, o que tipos de grandes proyectos el gobierno podría interesarse en emprender. Sabían francés, a veces alemán e inglés y eran capaces de tratar con capitalistas y gobiernos extranjeros. Fuera de eso, estaban guarnecidos con los apellidos que convenía y tenían los contactos necesarios para obtener las licencias, autorizaciones y concesiones necesarias para sus proyectos. Este tipo de empresario era, decididamente, un defensor de la iniciativa privada, entretanto sólo tenía condiciones de desarrollarse a la sombra del Estado. Esta asociación "neomercantilista" entre el Estado e los intereses privados no era ninguna novedad en la tradición brasileño-portuguesa de administración colonial. Mas sin duda impone ciertas connotaciones poco comunes a la imagen convencional de un empresario capitalista.15

Un último derivado de la tradición de la Politécnica fueron las ciencias exactas. La matemática, la física y la astronomía surgen en la antigua Politécnica, gracias a unos pocos individuos de talento que se beneficiaban de contactos estrechos con Francia y intentaban inaugurar un espacio intelectual e institucional para la investigación pura, que estuviera libre tanto de los aspectos pragmáticos de la ingeniería como de las restricciones ideológicas del positivismo. Estos intelectuales criticaban las limitaciones de la educación profesionalizante, escribían artículos complejos demostrando los errores científicos del positivismo y se envolvían en la organización de las primeras universidades del país, en Sao Paulo, en Rio de Janeiro. Para ellos la ciencia moderna y la matemática eran ingredientes necesarios de la cultura moderna, y querían traer este elemento para Brasil.16

Después de la Segunda Guerra Mundial, la ciencia pura quedaría prácticamente sin defensores. La nueva generación de jóvenes físicos, iniciada por los profesores extranjeros de la Universidad de Sao Paulo en la década del 30 y del 40, estaba convencida de que tenía un papel mucho más importante para desempeñar. Estos científicos acompañaban los adelantos de la tecnología nuclear, se entusiasmaban con el uso de la racionalidad técnico-económica en la transformación de la Unión Soviética en una grande potencia y consideraban que su papel era traer para Brasil las ventajas de la energía nuclear y los beneficios de la planificación racional.17 Para algunos, esto significó militar en partidos políticos comunistas o socialistas; para otros significó participar de proyectos gubernamentales ambiciosos, casi siempre frustrados, en la área de tecnología avanzada. Además de esto, trabajaron para transformar las universidades brasileñas en instituciones de base científica, abiertas para todos, comandadas democráticamente y altamente involucradas en la solución de los problemas urgentes del país. Identificados con la izquierda, los más diversos y más conocidos científicos de esta generación entrarían en conflicto con los gobiernos militares instituidos después de 1964 y tuvieron que partir para el exilio. Esto no impidió que muchos de ellos defendieran la orientación nacionalista y estatizante que los militares también personificaban, como el programa nuclear paralelo, la industria de armamentos, el programa espacial y la reserva de mercado para la informática, y naturalmente la creación, en 1985, del Ministerio de Ciencia y Tecnología, visto como la consagración de estas luchas.

Prevención: La cura de los médicos

La idea de que las ciencias médicas no deberían limitarse a la función curativa y sí desempeñar un papel más social, preventivo, fue acogida sólidamente en los círculos médicos brasileños en el siglo XIX, a partir, principalmente, de la grande tradición sanitaria de Louis Pasteur.18 Antes de esto, bien como después, el médico lidiaba básicamente con individuos que lo solicitaban en busca de ayuda y que tenían condiciones de pagar sus servicios. Las grandes epidemias --peste, lepra, viruela, tuberculosis, tifus, enfermedades venéreas-- eran en general de la responsabilidad de las autoridades públicas y religiosas, que aislaban los contaminados, confortaban los moribundos, enterraban los muertos y exhortaban a los saludables a no vivir en promiscuidad. A inicios de siglo, probablemente por la primera vez en Brasil, se les pidió a los médicos que trataran de entender las causas de las enfermedades que se propagaban en Rio de Janeiro y que sugirieran medidas para curarlas. Los médicos encontraron problemas en el aire, en la arquitectura, en el abastecimiento de los alimentos para la población, en la moral social [...]. Sus recomendaciones eran principalmente de orden urbanística, legal y moral, y no estrictamente médicas, precisando además de la aprobación y el empeño de autoridades más influyentes. En las décadas siguientes, sin embargo, los médicos tentarían desempeñar un papel más importante. La Sociedad de Medicina de Rio de Janeiro, fundada en 1829, se dedicaría con ahínco al objetivo de colocar la sociedad bajo la supervisión científica de la profesión médica y al mismo tiempo lucharía con todas sus fuerzas contra las formas no institucionalizadas de trabajo médico, de la homeopatía a la medicina casera y tradicional.

La profesión médica nunca tuvo en Brasil la misma fuerza que tuvieron los ingenieros en la defensa de sus propuestas ambiciosas. Una de las explicaciones es que el mercado para la práctica privada de la medicina siempre fue mejor que el de los ingenieros y por esto los médicos tenían mejores condiciones de abrazar más de cerca los cánones de una profesión liberal. Sólo los médicos más relacionados a los hospitales generales, los sanitaristas y los médicos militares, tentarían desempeñar un papel político y social más significativo. Sus mayores realizaciones se dieron en inicios del siglo XX, cuando los especialistas en medicina sanitaria se unieron a los ingenieros para la reorganización y saneamiento de los puertos y del espacio urbano de las principales ciudades, principalmente de Rio de Janeiro.

Si los médicos, como grupo organizado, nunca tuvieron mucho poder, ellos se aproximaron más de las ciencias sociales que los ingenieros y jugaron un papel importante en la definición de las ideologías sociales preponderantes en el país. La antropología física surgió en Brasil como un ramo de la medicina legal. Nina Rodrigues, en la Facultad de Medicina de Bahia, trabajaba, desde fines del siglo pasado, con teorías biológicas que buscaban enlaces entre formas físicas y comportamiento criminal. Esa literatura conducía directamente a asuntos sobre las cualidades (y sobre todo defectos) raciales de la población brasileña y a los problemas de mestizaje y degeneración racial. Las explicaciones para los problemas presentados por los brasileños --pereza, lujuria, indisciplina-- se transferían de las antiguas teorías climáticas y ambientales para las nuevas teorías biológicas, supuestamente más científicas.19

Este diagnóstico tendría que dar origen a un tratamiento. La eugenesia se tornó un asunto importante en los círculos médicos brasileños. En 1920 se realizaba en Rio de Janeiro el primer Congreso Brasileño de Eugenesia, con participantes de diversos países latinoamericanos, seguido luego por la formación, en 1931, de la Comisión Brasileña de Eugenesia.20 Se proponían intervenciones en muchas áreas, desde exámenes prenupciales, para control de enfermedades venéreas, hasta la esterilización de los alcohólicos, sifilíticos y esquizofrénicos. Para unos, el stock racial brasileño debería perfeccionarse naturalmente con el tiempo, gracias a la superioridad de la sangre blanca. Otros, menos "optimistas", exigían limitaciones estrictas a los casamientos interraciales. Todos querían que los inmigrantes asiáticos y otros pertenecientes a razas consideradas inferiores fuesen aislados y que se dictaran leyes favorables a la inmigración de europeos occidentales.

Eugenesia y raza dejarían de ser asuntos legítimos para la intelligentsia brasileña después de la II Guerra Mundial. Los adelantos extraordinarios de la medicina curativa durante la guerra y en los años posteriores, asociados al propio éxito de las campañas sanitarias y epidemiológicas de las décadas anteriores, dejaron la profesión médica sin plataforma social e ideológica propia; mientras tanto, el crecimiento de la economía y la expansión de los centros urbanos abrían nuevas perspectivas para la clínica médica como profesión liberal privada. Esta situación comenzaría a mudar nuevamente en los años setenta. La expansión del número de médicos en los grandes centros, el aumento de los costos de sus servicios y la prolongada crisis económica en la década de 80, tornaron difícil la práctica privada para muchos de los nuevos médicos. Al mismo tiempo reaparecieron en los centros urbanos enfermedades contagiosas que parecían haber sido eliminadas en el pasado. Con estas alteraciones, las nuevas generaciones de médicos brasileños son muy diferentes de las antiguas. Muchos trabajan en servicios públicos o empresas de salud, se organizan en sindicatos y recurren a huelgas para defender sus derechos. Estos médicos tienen una percepción aguda de que los problemas de salud que enfrentan día a día en los servicios ambulatorios de salud pública no son fundamentalmente biológicos sino que básicamente sociales y económicos. Sin embargo, la similitud con el pasado no es completa. En desmedro de su politización renovada, parece improbable que los médicos de hoy intenten izar una bandera propia de reformas sociales. Se ven básicamente como trabajadores intelectuales, parte de un proletariado intelectual creciente y tienden a actuar de acuerdo con esto.

La administración de Estado: La orden de los bachilleres

Las profesiones jurídicas no son exactamente portadoras de "conocimiento nuevo", en el mismo sentido que la ingeniería o la medicina. Las facultades de derecho, sin embargo, siempre acompañaron de cerca las innovaciones del derecho positivo de otros países, principalmente europeos, y en este sentido cumplieron un papel modernizador significativo, con algunas características bastante especiales.21

En la tradición administrativa portuguesa nunca hubo una clara separación entre los poderes ejecutivo y judicial y los cuerpos legislativos, cuando existían, tendían a ser débiles y subordinados al gobierno central. Entrar a una facultad de derecho y graduarse no significaba adquirir una profesión especializada en asesoría o abogacía jurídica, como es la tendencia de hoy. Los cursos jurídicos funcionaban como proceso de socialización de las nuevas generaciones de élite y de preparación para ocupar las posiciones en el gobierno, que podían ser obtenidas a través de lazos políticos o familiares. Cuando no manejaban directamente el poder público, los abogados se preocupaban de la mediación entre el Estado y los intereses privados. Carreras jurídicas basadas en la capacidad profesional especializada tendían a ser escasas y sólo interesaban a unos pocos que no disponían de mejores alternativas.

Una de las consecuencias de esa proximidad entre el derecho y el gobierno fue el desarrollo del derecho administrativo como una de las disciplinas más significativas dentro de la carrera jurídica. El derecho administrativo es, de cierta manera, una teoría de la administración pública, donde la formalidad de las leyes escritas es el único elemento de la realidad considerada. Desde un punto de vista más doctrinario, el derecho administrativo se encarga de aquellas situaciones en que una de las partes en un contrato legal, el gobierno, no sólo tiene más derechos que la otra, el individuo, sino que también controla las partes substanciales del propio sistema legal responsable por dirimir eventuales conflictos de intereses. El derecho administrativo implica en un positivismo jurídico que se niega a ir más allá del texto de las normas, y en este sentido se enfrenta con las doctrinas de derecho natural que siempre fueron el meollo de las ideologías de justificación de la profesión jurídica en el país. Por las mismas razones, él tampoco abre espacio para una sociología del derecho. Esta esquizofrenia entre la práctica y la doctrina jurídica ayuda a entender la dificultad que las carreras de derecho encuentran hasta hoy en día, en Brasil, para modernizarse.

Una versión más grandiosa del derecho administrativo, desarrollada por un pequeño grupo de eruditos, es lo que se conoce como "constitucionalismo", que en la tradición brasileña significa, no la capacidad en manejar los aspectos constitucionales de los asuntos legales, sino que la propia capacidad de proponer legislaciones amplias que afecten las definiciones legales básicas de la organización institucional del país. En este sentido, el constitucionalismo es para las ciencias políticas como el derecho administrativo es para las ciencias administrativas y organizacionales. Brasil pasó por bastantes alteraciones constitucionales a lo largo de su historia para mantener siempre ocupados a un puñado de constitucionalistas capaces (constituciones promulgadas en 1824, 1891, 1934, 1937, 1945, 1967, 1988, con sinnúmeras enmiendas y actos constitucionales). Los constitucionalistas funcionan como asesores de grupos políticos influyentes en períodos de crisis políticas y proporcionan formas legales para el ajuste de las transiciones. Hasta hoy no se hizo ningún estudio a fondo de este tipo de tecnócrata y su papel en la política brasileña. Vale la pena mencionar a Francisco Campos, responsable por la mayor parte de la legislación autoritaria brasileña desde la década del 30 y a Afonso Arinos de Melo Franco, activo en las constituyentes de 1934 a 1987, ambos de Minas Gerais, como los ejemplos más significativos de esta pequeña élite.

Los abogados fueron, pues, políticos, profesionales y tecnócratas de alto nivel, "intelectuales orgánicos" en el sentido gramciano del término, más raramente una intelligentsia en el sentido más clásico. Las facultades de derecho fueron famosas mientras eran centros de activismo político estudiantil, fenómeno antiguo en América Latina que anuncia con gran anticipación procesos semejantes en Europa y en los Estados Unidos. Los estudiantes de derecho lideraron las manifestaciones por la entrada de Brasil en la II Guerra Mundial, contribuyeron decisivamente para la debilitación y finalmente la derrocada del Estado Nuevo y continuaron activos en los años áureos de la Unión Nacional de los Estudiantes, hasta la década del 60.

El derecho continúa siendo una profesión de prestigio, mas pasó por transformaciones importantes en épocas recientes. El diploma de abogado dejó de ser una condición previa para la carrera política y ciertamente no la garantiza. Continua siendo verdad que, para quien tiene las conexiones y el origen social apropiado, el diploma de abogado continua siendo útil; pero, en la medida en que fue aumentando el número de poseedores de diplomas, su valor de mercado tendió a disminuir.

Más seriamente, el derecho como disciplina intelectual jamás consiguió traer para sí la imagen de un conocimiento nuevo. A pesar de esto, hubieron algunas experiencias de modernización en algunos cursos en la Fundación Getúlio Vargas y en la Universidad Católica de Río de Janeiro que dejaron sus marcas.22 Desarrollados con la cooperación de especialistas norteamericanos en los años sesenta, estos cursos tenían como principal objetivo la preparación de abogados capaces de trabajar con los aspectos legales típicos de un mercado capitalista moderno. Sin embargo, permanecieron como experiencias aisladas, frecuentemente mencionadas, mas insuficientes para dar origen al desarrollo de un campo nuevo de investigación y estudio de postgrado semejantes, a los que existen en las demás ciencias sociales.

Reforma o revolución: Las utopías de las ciencias sociales

Las ciencias sociales se consolidaron en Brasil como una contraposición entre el país formal, de los abogados, y sus duras realidades empíricas. Un ejemplo en este sentido fue la oposición entre dos grandes nombres, Rui Barbosa y Oliveira Viana. Rui Barbosa fue un escritor prolijo, erudito y en 1910 fue candidato a Presidente de la República contra Hermes da Fonseca, como representante de los valores civiles y liberales. Una vez perdidas las elecciones, con grandes denuncias de fraude, Rui Barbosa pasó a personificar lo mejor que el pensamiento jurídico era capaz de producir.

Oliveira Viana era su némesis. Se negaba a mirar Brasil y los brasileños a través de la óptica del derecho, y trataba de ver la realidad sociológica subyacente. Comparaba la textura de la sociedad brasileña con la de las europeas y concluía que los brasileños no tenían los ingredientes esenciales para la construcción de una orden democrática. Sus explicaciones acostumbraban tener un fondo racial, en la tradición inaugurada por Nina Rodrigues, y son inadmisibles en términos de las modernas ciencias sociales. Su análisis de cómo la sociedad brasileña se organiza en torno a clanes familiares y políticos y de cómo la organización social del país partía de esa realidad, al contrario, continúan siendo clásicas en las ciencias sociales brasileñas.23 En los años treinta, Oliveira Viana defendía las tendencias centralizadoras y modernizantes del régimen Vargas, contra el pensamiento liberal de los años anteriores, que atribuía a la tradición formal y legalista que Rui Barbosa simbolizaba, y que sería responsable por la irrealidad del la organización formal del estado, y de su incapacidad de resolver los problemas del país. Sería necesario, en lugar de esto, trabajar directamente sobre la realidad social, a través de un gobierno fuerte, centralizado y que hiciera uso de las técnicas administrativas más modernas. Como consejero del gobierno, Oliveira Viana fue responsable por muchas innovaciones introducidas en la legislación social de ese entonces y se oponía a las formas más extremadas de conservadurismo de derecha que coexistían con él.

Oliveira Viana fue apenas uno de entre diversos intelectuales, la mayoría formados inicialmente en derecho, que en las décadas del 20 y 30 trataban de entrar en contacto con un Brasil real: Gilberto Freyre, Alberto Torres, Sérgio Buarque de Hollanda, Alceu Amoroso Lima, entre tantos otros. Además de los libros que escribían, también tentaron influir directamente en el curso de los acontecimientos, sea por el trabajo intelectual, sea por la actividad política, sea en la mayoría de los casos, por la combinación de ambas cosas.24 Dentro de estos, el grupo que más nos interesa fueron los que se dedicaron al tema de la educación.

Con un atraso de cien años en relación a Chile, el tema educacional comenzó a entrar en la agenda de la sociedad brasileña en los años 30, polarizándose desde el inicio debido a la disputa entre católicos y legos por el control de las instituciones y el contenido de aprendizaje. La movilización en torno de los problemas educacionales llevó a la formación de una generación de científicos sociales que se hicieron conocidos como "los educadores": Anísio Teixeira, Lourenço Filho y Fernando e Azevedo son los nombres más conocidos. En inicios de los años 30 era divulgado el Manifestó dos Pioneros da Educação Nova, que pregaba la educación universal y una pedagogía participativa y pragmática, de inspiración norteamericana y que provocaba escalofríos en la derecha católica. En los años siguientes esta generación de educadores se envolvió en una serie de proyectos educacionales desarrollados por los gobiernos de Sao Paulo, Río de Janeiro, Bahia y por el gobierno federal.

Transformados de intelectuales en administradores burócratas, ellos establecieron las bases del sistema educacional brasileño tal como es hoy en día y que tiene como uno de sus principales vicios la centralización administrativa y burocrática y el formalismo de su contenido. En los años 50, nuevamente bajo el liderazgo de Anísio Teixeira, se organizó en Río de Janeiro el Centro Brasileiro de Pesquisas Educacionais. Sus miembros ya no creían que podrían reformar el país por medio de la educación, y por este motivo se dedicaron a un amplio programa de estudios sociales que tuviera condiciones de contribuir para la comprensión y la transformación de las condiciones generales de la sociedad brasileña.25 Esta experiencia puede haber reforzado las ciencias sociales, mas no fue tan positiva para la educación, que perdió mucho de su legitimidad como campo específico de reflexión intelectual. A medida en que el sistema educacional se expandía durante las décadas del 60 y 70, se crearon facultades y programas de postgrado en educación y los educadores profesionales, que antes no pasaban de un puñado, se tornaron una legión. Con el riesgo inevitable de cualquier generalización, es posible decir que los educadores de hoy son bien organizados, su mercado de trabajo es protegido por la legislación, pero sus salarios son bajos así como su prestigio ante la sociedad. Luchan con firmeza por mejores condiciones de trabajo y tienden a creer que nada muy importante puede ser realizado en pro de la educación brasileña mientras las condiciones sociales y económicas más generales del país no sean radicalmente modificadas. De igual forma que los médicos, ya no tienen una utopía propia para presentar.

Dos nuevos tipos de ciencias sociales también emergieron en los años 30, ambos en São Paulo. La Universidad de São Paulo, o más exactamente, su Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras, fue el espacio para una de ellas. La USP, fue una creación de la élite del estado en una época de intensa competencia con el gobierno federal; el objetivo era dotar a São Paulo de un lugar donde sus hijos dilectos pudiesen estudiar además de prepararlos para, a largo plazo, asumir el liderazgo nacional al que el estado estaba destinado, gracias a sus recursos económicos y empresariales. Considerado a una distancia de medio siglo, este proyecto parece haber alcanzado una dosis considerable de éxito.

A partir de 1935, una serie de profesores franceses relativamente famosos fueron traídos para las cátedras de ciencias sociales y humanidades de la USP, incluyendo nombres como Férdinand Braudel, el joven Claude Lévy-Strauss y François Perroux y otros menos conocidos, como Roger Bastide, Pierre Daffontaines y Georges Dumas. La presencia de este grupo parisiense creó una gran excitación en los grandes círculos intelectuales paulistas y la permanencia y las investigaciones desarrolladas por algunos de ellos como Roger Bastide, tendrían un impacto duradero.

Más que una perspectiva sociológica coherente, los franceses trajeron padrones y supuestos implícitos al respecto de la naturaleza del trabajo académico, que fueron siendo transmitidos en el contacto del día a día con sus alumnos. Su estilo de trabajo tendía a ser monográfico, basado en investigaciones de campo extensivas y que incorporaban elementos intelectuales de la sociología de Durkheim, del funcionalismo antropológico y de las nuevas contribuciones del psicoanálisis. Sus pocos discípulos brasileños incorporaron estos padrones de trabajo y se prepararon, por la primera vez en la historia brasileña, para una vida académica profesional.

No cabe aquí reconstituir la historia de las ciencias sociales de la Universidad de Sao Pulo, tan sólo llamar la atención para algunos de sus puntos más significativos: los trabajos más antiguos y en la tradición funcionalista de Florestan Fernandes; los estudios monográficos sobre el negro de Fernando Henrique Cardoso y Octávio Ianni; el grupo de lectura de El Capital (que incluía, además de Cardoso y Ianni, al economista Paulo Singer, al filósofo José Arthur Gianotti y al sociólogo Juarez Brandão Lopes, entre otros). Moviéndose de la sociología francesa al marxismo, el grupo de Sao Paulo trató de desarrollar un saber académico que fuera también socialmente relevante y ayudó a difundir la idea de que las ciencias sociales estaban destinadas a producir un proyecto de redención social, que el científico social tenía el deber de llevar adelante.

La manera de como cada uno pasó de lo académico a lo político es tema de biografía personal. De una manera general, fue posible para cada uno incorporar la dimensión política sin perder la identidad académica y desarrollar una imagen pública de intelligentsia de izquierda sin perder los vínculos naturales con las élites, ya que con pocas excepciones, los intelectuales de la USP estaban mucho más próximos de las élites políticas e intelectuales de su estado que de sus profesores franceses, o de que su legión de seguidores brasileños. En la medida en que el sistema educacional brasileño se expandió y las carreras de ciencias sociales proliferaron, los científicos sociales de la USP pasaron a desempeñar un papel paradigmático, no sólo en relación a la temática y a la metodología de trabajo, mas sobre todo en relación al papel intelectual al que el científico social estaría destinado. La diferencia, naturalmente es que no sería posible repetir a tan gran escala la experiencia elitizada de los primeros tiempos de la Universidad de Sao Paulo.

Otro proyecto que surgió al mismo tiempo que el de la USP y dentro del mismo contexto histórico, fue la creación de la Escola Livre de Sociologia y Política. Su fundador fue Roberto Simonsen,26 una mezcla de empresario bien sucedido, líder empresarial e historiador económico. La Escuela tenía por objetivo formar empresarios, líderes políticos y estadistas y no académicos o intelectuales. Mientras que la USP se abastecía en Francia, la Escuela de Sociología traía una serie de especialistas norteamericanos que, por la primera vez en la historia de la ciencias sociales brasileñas, comenzaron a hablar de métodos cuantitativos, ecología urbana, estudios de comunidad.27

Muchos de los hijos de las élites paulistas frecuentaron la Escola y fueron influenciados por ella. La Escola fue sede de un número bastante grande de investigaciones sobre poder local, relaciones raciales, grupos inmigrantes. Su revista, Sociología, fue por muchos años la más importante publicación de ciencias sociales del país. Mas, a pesar de estos resultados, no sería incorrecto afirmar que, como proyecto intelectual, la Escola de Sociologia de Sao Paulo fue un fracaso. Jamás hubo una segunda generación de intelectuales originarios de esa escuela, una muestra de que la sociología en el modelo americano, como una disciplina académica bien constituida y una profesión diferenciada, nunca llegó a tener futuro en Brasil. Como disciplina, ella no podría competir con la elegancia intelectual traída por la tradición francesa; profesionalmente, ni el Estado brasileño ni el sector privado estaban preparados para aceptar y hacer uso de la capacidad técnica y ejecutiva que los sociólogos norteamericanos comenzaban a afirmar que poseían.

Las ciencias sociales paulistas, organizadas en escuelas, son colocadas frecuentemente en contraste con las de Río de Janeiro, mucho más centradas en personalidades. La ciudad serrana de Itatiaia, entre Río de Janeiro y Sao Paulo, fue durante algún tiempo, a inicios de la década del 50, el punto de encuentro para intelectuales de las dos ciudades. El grupo de Itatiaia incluía economistas, abogados, científicos sociales de diversas extracciones y percepciones sobre los problemas y necesidades de Brasil. Todos estaban de acuerdo, principalmente, en relación al hecho de que tenían un importante papel a cumplir. Publicaron algunos números de una revista, Cadernos de Nosso Tempo28 y algunos años más tarde, durante el gobierno de Juscelino Kubitscheck tuvieron condiciones de organizar un instituto gubernamental, el Instituto Superior de Estudios Brasileños, que estaba destinado a tener un gran impacto sobre los círculos intelectuales.

No eran personas predominantemente académicas o universitarias y si, intelectuales sin vínculo institucional sólido. Sao Paulo, ciudad provinciana a pesar de su importancia económica creciente, tuvo condiciones de crear un medio universitario bastante significativo; Río de Janeiro, en comparación, era la capital del país, centro de la atención nacional, pero nunca (¿tal vez sea por eso mismo?) consiguió desarrollar una ciencia académica comparable. Casi todos los miembros del grupo de Itatiaia eran de Río de Janeiro y para ellos su rol social como intelectuales era mucho más significativo que sus eventuales filiaciones institucionales o académicas. Sus modelos no eran los profesores franceses, sino que intelectuales como Oliveira Viana que, en la década del 30, consideraba que su tarea era pensar y hacer propuestas para el futuro del país.29

El punto de reunión del grupo era la idea de que los intelectuales desempeñarían un papel central en cualquier transformación por la que pasase Brasil en el futuro. Todos estaban familiarizados con el marxismo, pero su percepción del papel de las ideas en la sociedad era diferente. Los intelectuales marxistas nunca pretendieron tener una ideología propia y diferenciada, mas si, contribuir para el desarrollo de la conciencia de clase del trabajador y en este sentido se veían a sí mismos como desempeñando un papel político secundario y auxiliar. Los intelectuales del ISEB estaban mucho más próximos de Karl Mannheim que de Karl Marx. No hablaban de "clase trabajadora" y mucho menos de proletariado. Hablaban de "masa", "pueblo" y nación. La ideología a ser elaborada por los intelectuales era el ingrediente esencial que faltaba para dar forma a estas entidades que por sí mismas permanecían informes. En este nuevo sentido, la ideología surge como una construcción intelectual deliberada, una combinación de interpretación social, valores y mitos políticos, a ser formulada y difundida por intelectuales.

El ISEB no sobrevivió como grupo a la polarización política de los años 60. Algunos de sus miembros decidieron tentar la suerte en la política electoral; otros fueron posicionándose cada vez más a la izquierda, aproximándose del modelo tradicional de los intelectuales marxistas; otros todavía se retiraron para la actividad privada o para trabajar en alguna agencia de gobierno. Cuando el régimen militar decidió cerrar el ISEB en 1964, apenas subsistían algunos supervivientes del grupo de Itatiaia, y nada de sus ambiciones de hegemonía intelectual.

Planificación: El progreso de los economistas

Brasil no desarrolló una tradición significativa de estudios económicos, mas la noción de que la economía debería y podría ser planificada estuvo en boga, por lo menos, desde los años 30 y fue retomada con ímpetu después de la segunda guerra mundial. El gradual descubrimiento de Keynes y la influencia de Mannheim ayudaban a legitimar, en el occidente, las ideas de planificación que parecían dar tanto resultado en los planos quinquenales de la Unión Soviética y comenzaban a ser difundidas por los programas de asistencia técnica de las Naciones Unidas.

En Brasil como en todo lugar, las discusiones envolviendo la planificación económica siempre quedaron opacadas por la oposición clásica entre intervención económica y el laissez-faire, o más específicamente, la disyuntiva de si el Estado debería o no intervenir directamente para promover la industrialización. Estas dudas y algunas de sus implicaciones más amplias, aparecieron muy claramente en el debate, a mediados de la década del 40, que opuso a dos economistas de renombre, Roberto Simonsen y Eugenio Gudin. En este caso los actores son tan importantes como aquello que tenían a decir.30 Roberto Simonsen, formado en ingeniería, fue un empresario paulista de éxito, autor de la primera historia económica de Brasil y fundador de la Federación de las Industrias de Sao Paulo y de la Escuela de Sociología y Política de ese estado. También participó de la fundación del SENAI (Servicio Nacional de Aprendizaje Industrial) hasta hoy la más importante institución brasileña en la formación de mano de obra industrial especializada. En 1944 Simonsen preparó, para una agencia gubernamental, un documento en que defendía la necesidad de la planificación estatal para promover la industrialización del país. Sus sugerencias son un reflejo obvio de su experiencia empresarial anterior a la década del 30, época en que vio su fortuna crecer gracias al trabajo asociado con un Estado interventor. Gudin también era ingeniero, de la Politécnica de Río de Janeiro. En 1943 publicó el primer texto de estudios brasileños de teoría económica moderna, Princípios de Economía Monetaria. Fue el representante brasileño a la Conferencia de Bretton Woods, que organizó el sistema monetario de posguerra y crió, entre otras agencias, el Fondo Monetario Internacional; fue también, el creador de la primera escuela de Economía de Río de Janeiro. Antes de desarrollar su carrera de economista, trabajó en compañías ferroviarias extranjeras en Brasil, permaneciendo, durante toda su vida, defensor del libre comercio y del liberalismo económico.

Solicitado a comentar las propuestas de Simonsen, Gudin hizo una crítica triple. Criticaba la propuesta desde un punto de vista técnico, llamando la atención para errores desde la manera en cómo habían sido obtenidos, hasta su utilización e interpretación. Presentaba una crítica severa en contra de las ideas proteccionistas de Simonsen, valiéndose de las tesis clásicas del liberalismo económico, presentando también un bosquejo de lo que debería ser la organización del gobierno brasileño para un mejor gerenciamiento de la economía del país.

Quedaba claro, en las propuestas de Gudin, que ser liberal y contrario a la planificación no significaba estar contra la intervención del Estado en asuntos económicos. Para que la economía brasileña se desarrollara, el país necesitaba de una autoridad monetaria que controlara la inflación, la tasa de cambio y que estableciera una política fiscal adecuada. Se deberían proyectar mecanismos institucionales capaces de estimular la formación del capital en el país y atraer inversiones extranjeras. Se debería estimular el comercio exterior y estimular aumentos de productividad. Eran necesarias recopilaciones sistemáticas de informaciones económicas para acompañar el comportamiento de la renta nacional y de la balanza de pagos. A largo plazo, sería necesario crear un Banco Central para coordinar la política monetaria.

En este debate no hubo perdedores. En los años siguientes, Brasil continuó siendo un Estado intervencionista y proteccionista, aunque generalmente bajo el manto de la retórica liberal. Diversos planes económicos fueron concebidos, pero un sistema de planificación amplia, jamás llegó a concretarse. La intervención y el proteccionismo del Estado siempre fueron sectoriales, ad hoc y sujetos a consideraciones pragmáticas de corto plazo. Al mismo tiempo, Gudin y su grupo organizaban un centro para la enseñanza y la investigación económica en la Fundación Getúlio Vargas y contribuían para crear las instituciones de control monetario que juzgaban indispensables y que culminaron en la creación del Banco Central.31 La economía moderna también llegaba a Brasil por otro canal, la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas y sus cursos periódicos de corta duración para especialistas en planificación económica, ofrecidos en Río de Janeiro y otras ciudades. Los economistas formados en la tradición de la CEPAL creían, tal como Simonsen, que los problemas económicos de Brasil y de América Latina en general, eran de naturaleza estructural, lo que exigía no solamente el control de los instrumentos monetarios, como también la efectiva intervención del Estado en la promoción del desarrollo económico.32 El debate ideológico entre monetaristas y estructuralistas (estos más identificados con las ideas de Simonsen sobre industrialización y planificación) marcaría la vida intelectual brasileña a partir de los años 50, contribuyendo para que las ciencias económicas, más que la sociología o la ciencia política, pasaran al primer plano como la ciencia social más importante.

De las ideologías tecnocráticas a la cultura fragmentada

Todas estas trayectorias tienen un trazo común. En un primer momento, con la expansión de las oportunidades educacionales, la ampliación de las capas medias y la atenuación de las ilusiones tecnocráticas, entra en descenso el intelectual universitario como intelligentsia y se inicia un período de afirmación progresiva de los derechos y privilegios de las profesiones. Organizados en consejos y asociaciones profesionales, los médicos dejan de preocuparse tanto con la cura de los males de la sociedad y más con las prácticas médicas populares, que pasan a ser prohibidas y controladas; los abogados se alejan de los antiguos leguleyos y aseguran su presencia y participación en todos los actos legales; los ingenieros conquistan el monopolio de la elaboración de proyectos de construcción civil. Las demás profesiones, nuevas o antiguas, tratan de seguir el mismo modelo, cada quien buscando definir y garantizar su pedazo en el mercado de trabajo, con los derechos, monopolios y mecanismos de control correspondientes. Es probable que este haya sido el período en que más se acentuó el carácter profesional, técnico y especializado de las profesiones universitarias, que pasaron a atraer un número cada vez mayor de hijos de inmigrantes y de personas de estratos sociales más bajos, buscando garantizar, vía educación, un lugar definido y estable en la sociedad.

La etapa siguiente, de los tiempos más recientes, es la de la educación superior de masas. Ahora, las profesiones tradicionales y sus estructuras universitarias pasan a una posición defensiva, con amenazas surgidas de varios lados. El profesional liberal autónomo es sustituido cada vez más por profesionales asalariados del gobierno o de grandes corporaciones privadas. Al mismo tiempo nuevas profesiones son creadas y normas legales son buscadas para definir los campos del conocimiento y los derechos legales específicos de administradores, periodistas, estadísticos, nutricionistas y tantos otros aspirantes al status ya declinante de las profesiones liberales, llevando a un extremos la organización corporativa del mercado de trabajo, que se refleja en la burocratización y rigidez de los contenidos de las carreras universitarias. En el pasado las universidades eran lugares privilegiados para los hijos de las élites y el profesor universitario, aún si no era un académico, era un miembro prestigiado de un profesión liberal, que transmitía para sus estudiantes no sólo los contenidos, mas también las actitudes y valores típicos de su posición social. Hoy, las escuelas profesionales se multiplican, nuevas profesiones disputan el mercado de trabajo de las más antiguas y la educación superior está inundada de personas provenientes de familias con poca o ninguna tradición educacional previa, no sólo entre los estudiantes, sino que también entre los profesores. Carreras y universidades enteras se constituyen como meras simulaciones de lo que dice la letra de sus currículos y programas, y en la medida en que aumenta la distancia entre las aspiraciones de los estudiantes y las limitaciones de la educación que reciben y de las posibilidades profesionales que encontrarán, crece la anomia y la falta de perspectivas, que se transforman muchas veces en una cultura de demandas de corto plazo y de reclamos. Profesores, alumnos, autoridades universitarias y gobiernos terminan desarrollando entendimientos totalmente divergentes sobre las instituciones universitarias donde conviven, hablan lenguajes diferentes y mantienen diálogos de sordos, a pesar de utilizar con frecuencia las mismas palabras.

Esta masificación y fragmentación de la cultura universitaria, que afecta sobre todo a la gran periferia de los sistemas universitarios tradicionales, viene acompañada del surgimiento de nuevas especialidades y formas de organización del trabajo que ocurre en su propio centro, rompiendo con las divisiones clásicas entre las disciplinas, profesiones y sus culturas específicas. No sólo la investigación es cada vez más interdisciplinar, tornando sin sentido las barreras entre departamentos e institutos académicos, como también el propio mercado de trabajo se diferencia con nuevos especialistas ofreciendo servicios que rompen los moldes de las antiguas especialidades. Estas dos tendencias, en el núcleo central y en la periferia de los sistemas universitarios, caracterizan un doble proceso que viene ocurriendo en todas las sociedades modernas como resultado de la expansión de la educación superior y de la diseminación de la investigación, de la industria y de los servicios de base científica y tecnológica.

Por una parte, los sistemas educacionales masificados no tienen cómo transmitir los contenidos técnicos y valorativos de la misma manera que lo hacían cuando la universidad era pequeña y elitista. Países pequeños y homogéneos tal vez no sientan tan fuertemente el problema como los países grandes y heterogéneos como los Estados Unidos, Brasil, India o Indonesia. Los sistemas educacionales en estas sociedades de masa son una madeja de tradiciones culturales y sistemas de valores entrecruzados, que no podrían tornarse homogéneos por simple transmisión de contenidos educacionales estandartizados en la sala de clases, aunque sus escuelas tuvieran un buen desempeño y dispusieran de buenos profesores y instalaciones, lo que ocurre en la mayoría de las veces. Lo que llega a la mayor parte de los estudiantes en nombre de la ciencia y de las humanidades es fragmentario, difícil de aprender y frecuentemente destituido de sentido, tanto para alumnos como para profesores. Reacciones comunes son, primero, los intentos de sustituir la formación científica o humanística general por la formación profesional especializada, supuestamente más práctica, pero en realidad claramente inadecuada en relación a las exigencias de conocimiento de las sociedades contemporáneas; y segundo, la búsqueda de carreras dirigidas a la construcción de identidades colectivas y de cosmogonías más simples que aquellas proporcionadas por el difícil e incierto camino de la ciencia. Si estos conocimientos no estuvieran disponibles dentro de las instituciones de la educación formal, ellos pueden ser hallados en los medios de comunicación de masas y en otros lugares. El resultado es la combinación de perfiles profesionales empobrecidos y estrechos con visiones de mundo "alternativas" que van desde la búsqueda de la sabiduría oriental a la elaboración de mapas astrológicos por computadora, pasando por la medicina homeopática y por los alimentos orgánicos y semimágicos. En general esas cosmogonías y estilos de vida alternativos no exigen el rechazo de los productos de la tecnología avanzada, de los automóviles y motocicletas a los sistemas de vídeo, o al uso de información computarizada y bancos de informaciones. Es conocido, en la literatura antropológica, el fenómeno del "culto de la carga", formas de religiosidad primitiva en que ciertas tribus construían altares en formas de aviones y rezaban para que los dioses mandaran alimentos y otros productos por paracaídas.33 Este culto de la carga está más próximo de la realidad educacional de las sociedades modernas de lo que se supone.

En el otro extremo, nuevas formas de trabajo intelectual y profesional rompen los procedimientos y las tradiciones del pasado a partir de un pragmatismo de resultados prácticos innegables, pero de institucionalización y permanencia problemáticos:

Just when the university has become a more powerful centripetal institution, the knowledge which is its chief commodity has become diffuse, opaque, incoherent, centrifugal. This has taken three forms. The first is the ceaseless subdivision of knowledge of greater scientific sophistication. Many of today's more creative subdisciplines have been formed by associating previously unconnected fragments of other disciplines. These new fields of inquiry tend to be volatile and parochial, both qualities which undermine the idea of a broader and coherent intellectual culture. The second is that wider definitions of knowledge have come to be accepted, party because of the erosion of older ideas of academic respectability and partly because of the impact of new technologies. New disciplines have entered the curriculum of the extended university as taboos have tumbled, while technology has not only created new professions which demand new skills but radically affected what is possible in established disciplines. [...] The third form of disintegration is the deliberately decentred diversity and incoherence associated with postmodernism. Postmodernism has become a kind of sub-intellectual patois. Certainly it has become a formidable publishing industry on its own right.34

Este proceso de diferenciación y fragmentación continua de la educación superior es irreversible. Clifford Geertz, que se ha dedicado como pocos a los problemas de la diversidad y de las posibilidades de integración entre culturas, tanto en sociedades tradicionales como modernas, nos dice que:

La esperanza, tan difícil de morir, de que pueda surgir nuevamente (suponiendo que hubiera existiendo un día) una alta cultura integrada, anclada en las clases educadas y definiendo las normas intelectuales para la sociedad como un todo, debe ser abandonada, en favor de una ambición mucho más modesta, la de que intelectuales, artistas, cientistas, profesionales, y (¿podemos tener esperanzas?) administradores que son tan diferentes, no solamente en sus opiniones, así como en sus pasiones, sino sobretodo en el fundamento mismo de sus experiencias, puedan empezar a encontrar algo circunstancial para decirse unos a los otros

Y más adelante:

Lo que marca la consciencia moderna, como he dicho hasta la exhaustión, es su enorme multiplicidad. La imagen de una orientación, perspectiva o Weltanschauung general, derivada de los estudios humanísticos (o científicos) y dando forma a la cultura es una quimera. La base de clase para este `humanismo' unitario no existe mas, habiendo desaparecido junto con otras cosas como toilettes adecuados, o taxis confortables; pero, más importante que eso, desapareció el acuerdo que antes existía sobre los fundamentos mismos de la autoridad intelectual, con respecto de libros antiguos, y de maneras aún más antiguas.

La "cultura general", nos diría Geertz en un lenguaje que no es el suyo, antes de ser una realidad intelectual y conceptual, es un fenómeno de clase, asociado a élites homogéneas y hegemónicas. En sus propias palabras, las diferencias entre las disciplinas no son apenas diferencias de objeto, método, técnica, tradiciones intelectuales y cosas de estilo, sino que afectan al propio marco de nuestra existencia moral. Es por esto que

la concepción de un `nuevo humanismo', la tentativa de forjar una ideología general `de lo mejor que se haya pensado y dicho', y de colocar todo esto en un curriculum, es no tan sólo implausible, mas totalmente utópico. Y también, posiblemente, un poco preocupante.35

Resta saber si el saldo de este proceso es positivo o negativo. La organización del conocimiento y de las actividades profesionales en disciplinas académicas y profesiones bien delimitadas y protegidas probó ser, históricamente, un mecanismo exitoso de desarrollo de nuevas ideas y de preservación de tradiciones de trabajo sin las cuales el conocimiento no puede progresar. Estas estructuras, entretanto, sirvieron también para restringir la creatividad y preservar monopolios de renta y de privilegios no siempre justificables. En América Latina, donde las profesiones tradicionales nunca llegaron al mismo nivel de consolidación interna de sus modelos europeos, es posible que las pérdidas de los monopolios hayan sido mayores que los beneficios de la autonomía y de la autorregulación profesional. En el otro extremo, la expansión desregulada de las oportunidades educacionales, con todas sus distorsiones, sirve de cualquier forma para transmitir conocimientos y hábitos de trabajo que de otra manera no existirían. Si el resultado de este proceso es una población más expuesta a la educación superior que antes y la sustitución de los mecanismos tradicionales de compartimentalización del mercado de trabajo profesional por beneficios asociados de forma más explícita al desempeño y a la capacidad, entonces no hay duda de que el saldo fue positivo. Mas la cultura universitaria continuará fragmentada y hay que aprender a convivir con esta realidad.36


NOTAS

1. Jaksic y Serrano 1990. Ver también Serrano 1994.

2. Halperin Dongi 1962, 17.

3. Barros 1959; Paim 1982; Lisboa 1993; Schwartzman 1991b, 1993b; Sampaio 1991.

4. Paim 1982, 18-19.

5. Ver Ben-David 1971, sobre las diferentes tradiciones intelectuales y pedagógicas de los principales centros universitarios europeos.

6. Para esta comparación, véase Schwartzman 1980, capítulo 4.

7. Sobre estas diferentes tradiciones, ver Ben-David 1977.

8. Lo que sigue está tomado, en gran parte, de Schwartzman 1991c.

9. Carvalho 1978.

10. Véase Costa 1978. Como interpretación cerrada, amplia y formal del sistema social, esta doctrina presenta una gran semejanza con las visiones funcionalistas más extremas de la sociología parsoniana, una aproximación que puede ser más que una simple coincidencia y que merecería una investigación más a fondo, que examinara inclusive los materiales de estudio de los cursos que oficiales superiores brasileros siguieron en los Estados Unidos en el período de pos-guerra. Claramente no parsoniana,entretanto , fue la posición de la organización militar como guardiana insustituible de los "objetivos nacionales permanentes", que serían aprehensibles por el ejercicio de la racionalidad técnica y por esta razón, fuera del alcance de los legos.

11. La modernización forzada de Rio de Janeiro se inspiró directamente en la renovación de Paris por Haussman y bajo muchos aspectos tuvo implicaciones semejantes. Véase, sobre la modernización de Belo Horizonte, Bomeny 1994. Para Rio de Janeiro, Needel 1984; sobre Brasilia, Holston 1986.

12. Después del levante comunista de 1935, sólo los ejemplos fascistas continuaron aceptables; después de 1945, ni siquiera estos, mas las ideas de los años 30 persistieron, a la izquierda y a la derecha del espectro político.

13. La Universidad de Rio de Janeiro, bajo el nombre de Universidad de Brasil, debería ser el modelo que seguirían todas las instituciones de educación superior del país. Casi toda la energía, sin embargo, era destinada a la planificación, física de sus edificaciones, que serán construidas próximas de la Quinta da Boa Vista. Las maquetas del proyecto Piacentini fueron expuestas en Rio de Janeiro, pero la guerra impidió que la obra fuese ejecutada. Ver Schwartzman, Bomeny y Costa 1984: 93-105.

14. Carta a Gustavo Capanema, octubre de 1945. CPDOC/FGV, Archivo Gustavo Capanema, GC/Costa, L.,doc. 1, serie b.

15. La actuación de este tipo de empresario y su confronto con las vertientes más nacionalistas y estatizantes de la tecnocracia brasileña pueden ser captados de forma embrionaria en los dilemas que acompañaron la fundación del Instituto Nacional de Tecnologia en Rio de Janeiro. Véase Schwartzman y Castro 1984.

16. Véase Costa 1971.

17. Estas ideas,derivadas de los textos y de la militancia de J. D. Bernal en Inglaterra y de Pierre Juliot-Curie en Francia, eran objeto de grandes polémicas en Europa, mas fueron transpuestas para Brasil sin mayores discusiones.

18. Lo que sigue está basado en Machado y otros 1978. Sobre la revolución médica de Pasteur, ver Latour 1984.

19. Nina Rodrigues fue un escritor prolífico, dejando una vasta obra y muchos discípulos, de los cuales el más conocido quizás sea Artur Ramos, Ramos 1943-1947. La esencia de las preocupaciones de Nina Rodrigues transparece en el título de un libro en francés que nunca llegó a concluir, La Degenérescence Psychique et Mentale chez les Peuples Métis des Pays Chauds. Fuera de Brasil se hizo muy conocido su libro The Africans in Brazil, publicado en 1945 a partir de la edición brasilera de 1932.

20. Stepan 1991.

21. Sobre la evolución de la enseñanza jurídica e Brasil, véase Venancio Filho 1977; sobre la participación política de los bachilleres, véase Abreu 1988 .

22. Trubeck 1971; Falcao 1984; Faria 1987.

23. Viana 1949.

24. Véase, entre otras referencias, Martins 1986; Pécault, 1990; Miceli 1979.

25. Mariani 1982.

26. Sin relación con el conocido economista Mário Henrique Simonsen, de la generación posterior.

27. Dos nombres se destacan de entre los norteamericanos que vinieron para la Escuela de Sociología, dejando una influencia significativa: Emílio Willems y Donald Pierson, que dejó entre otras cosas una recopilación aún válida de la literatura sociológica brasileña hasta entonces. Pierson fue también autor de uno de los más difundidos textos de estudio sobre la metodología de la investigación en Brasil. Willems 1947; Pierson 1945 y 1977. Para una discusión general, ver Oliveira 1986.

28. Una selección de artículos de los Cadernos de Nosso Tempo se encuentra republicada en S. Schwartzman 1981. Sobre el ISEB, ver Toledo 1978 .

29. No es por acaso que Alberto Guerreiro Ramos, una de las figuras más conocidas del grupo, haya sido el principal responsable por la "redescubierta" de los intelectuales pre-guerra en la década del 50 Ramos 1957. Otros nombres importantes del grupo eran Hélio Jaguaribe, su figura central; y Álvaro Vieira Pinto, Ignácio Rangel, Celso Furtado, Cândido Mendes de Almeida y varios otros.

30. Véase al respecto Simonsen y Gudin 1977.

31. Nunes 1984.

32. Furtado 1985.

33. Worsley 1957.

34. Gibbons y otros 1994, 83.

35. Las referencias son traducidas con cierta libertad de Geertz 1983, 160-161.

36. Véase para una discusión más aplia, Brunner 1988.